(Alfonso Cuarón, 2018) son ejemplos claros. Ambas muestran mundos divididos. El trabajo se reparte según clase, raza y género.
En Roma, Cleo es una trabajadora doméstica indígena. Su personaje encarna distintas formas de subordinación. Muchas mujeres en América Latina viven realidades similares. El afecto en la relación empleador-empleada a veces oculta esa desigualdad. Pero no elimina la jerarquía.
En los últimos años, el cine ha sido más crítico. Se enfoca en la explotación laboral actual. Especialmente en trabajos informales o precarios. La película argentina El empleado y el patrón (Manuel Nieto Zas, 2021) lo muestra con sutileza. Retrata a un joven productor rural y su peón. Entre ellos hay tensiones sociales no resueltas.
El trabajo rural en la película es un símbolo. Refleja lo frágiles que son las relaciones humanas cuando interviene el capital.
Nuevas formas de trabajo, viejas formas de explotación
El cine también muestra las nuevas formas de trabajo. Estas incluyen el empleo en plataformas, el autoempleo y la economía del reciclaje. Pero estas formas no siempre mejoran las condiciones laborales.
Películas como El motoarrebatador (Agustín Toscano, 2018) y Los lobos (Samuel Kishi, 2019) hablan desde la marginalidad. Retratan la lucha diaria por sobrevivir. En esa lucha, los personajes a veces cruzan la línea de la legalidad.
Los lobos sigue a una madre migrante en Estados Unidos. Ella hace trabajos precarios para mantener a sus hijos. Los niños pasan los días encerrados, solos en un cuarto. La película no solo denuncia el trabajo precario. También muestra su impacto emocional y familiar.
Así, el cine latinoamericano va más allá del trabajo como simple actividad económica. Lo presenta como parte de una red de vínculos afectivos y sociales.
Género y trabajo: entre el cuidado y la explotación
El cine latinoamericano actual también destaca el trabajo no remunerado. En especial, el trabajo doméstico y de cuidados hecho por mujeres. Este tipo de labor es clave para la sociedad. Sin embargo, ha sido ignorado por el cine y la política durante mucho tiempo.
Películas como Nuestras madres (César Díaz, 2019) y Made in Bangkok (Flavio Florencio, 2015) cambian esa mirada. Abren espacios para pensar el trabajo desde una perspectiva de género. También muestran el cuerpo como lugar de lucha, sacrificio y cambio.
En este contexto, destaca Las herederas (Marcelo Martinessi, 2018). Allí, el trabajo —o su ausencia— permite reflexionar sobre el envejecimiento. También sobre la dependencia económica y la búsqueda de autonomía femenina.
Estas historias cuestionan la idea tradicional de empleo. Muestran que el trabajo puede oprimir, pero también liberar.
Documental y ficción: convergencias en la mirada
El cine latinoamericano se distingue por mezclar géneros. En especial, combina documental y ficción. Esta fusión ofrece una mirada más directa, íntima y crítica sobre el trabajo.
Documentales como La sal de la tierra (Juliano Ribeiro Salgado y Wim Wenders, 2014) y La libertad del diablo (Everardo González, 2017) abordan temas como trabajo, migración y violencia. Muestran cómo el trabajo se conecta con problemas mayores. Entre ellos, el narcotráfico, la guerra y el desplazamiento forzado.
También existen películas híbridas. Temporada (André Novais Oliveira, 2018) y Pizarro (Simón Hernández, 2015) son ejemplos. Estas cintas adoptan un enfoque personal. Hablan del trabajo en el ámbito público, como la salud o la gestión estatal.
Exploran las tensiones de “servir al pueblo”. Y muestran las contradicciones de trabajar en un Estado que muchas veces ha fallado.
Subjetividades del trabajo: más allá del obrero
El cine latinoamericano actual se aleja del obrero clásico. Mira hacia figuras más diversas. Muestra a artistas, migrantes, vendedores ambulantes, cuidadores y trabajadores informales. Este cambio refleja una transformación del mercado laboral. Pero también es una decisión política. Busca dar voz a quienes han sido excluidos del relato oficial.
En La camarista (Lila Avilés, 2018), el trabajo es introspección. La protagonista es una joven camarista de hotel. Enfrenta una rutina agotadora. Pero también lucha por avanzar y ser reconocida.
La película no es paternalista. Su tono es sensible y silencioso. Reivindica el valor del trabajo invisible.
Cine como resistencia y memoria
El cine latinoamericano actual enfrenta un gran reto. Representa el trabajo no como una idea abstracta, sino como una vivencia humana. Una experiencia marcada por el conflicto, la dignidad y la esperanza.
Con distintos estilos y géneros, el cine ha dado voz a los trabajadores. Ha denunciado la explotación. Y ha imaginado otros futuros posibles.
En América Latina, la informalidad y la desigualdad son parte del día a día. Millones viven sin protección social. En este contexto, el cine es resistencia. Es memoria. Y es una herramienta de cambio.
Mirar el trabajo desde el cine es mirar hacia adelante. Es pensar en lo que podemos construir. Si escuchamos, con atención, las historias de quienes sostienen la vida cada día.