Todos los días son lunes en la base de Besmayah en Irak. En la antigua Mesopotamia, en la cuna de la civilización sumeria, en el recuerdo de los fértiles valles de los ríos Tigris y Eúfrates, donde ahora el termómetro sobrepasa los 50 grados en los tortuosos veranos, en estas tierras inhóspitas y devastadas por la erosión y el paso de los siglos, en una guerra abierta sin sentido de la insurgencia, allí ha estado también La Legión.
Ha dejado una huella imborrable y será recordada para siempre por el pueblo iraquí, en uno de los 4 centros de adiestramiento que se han desplegado por la Coalición en el país asiático. Por primera vez no son los americanos quienes forman a los militares iraquíes y quién puede ser sino: La Legión Española.
Testigo de esta historia es la cámara del Brigada Molina y su ojo que todo lo ve y que perpetúa cada instantánea para la eternidad. Ha plasmado en imágenes miles de momentos en una labor poco conocida y divulgada de La Legión: la formación de unas tropas extranjeras en una misión internacional. El objetivo de su cámara está acostumbrado a la imagen clásica de las tropas legionarias españolas. A las fotografías y vídeos tradicionales, como la Banda de Guerra en una Semana Santa andaluza y a los cánticos del Novio de la Muerte y el Cristo, una escuadra de gastadores, o la cabra ataviada, o el carnero en un desfile un 12 de Octubre por el madrileño Paseo de la Castellana, entre el bullicio de miles de personas, o hasta el oso Magan que formó parte de la IV Bandera en la década de los años cincuenta del siglo pasado… El Brigada Molina ha recogido unos momentos históricos imborrables para él y para los que le acompañaron a unos 30 kilómetros de Bagdad.
Un cabo, Antonio, de la ciudad de Ronda, decidió llevarse un gorrillo legionario, el chapiri, hasta estas tierras en su abultado petate. La Legión se ha esforzado a fondo para enseñar a las tropas locales a defenderse del fuego y del ataque enemigo, la sin razón de la insurgencia y Al Qaeda.
Los seis meses de la misión no conocen el descanso, ni de día, ni de noche, se duerme con un ojo entreabierto, por si acaso, nunca saben que le espera al amanecer, siempre hay que estar alerta. Siempre en guardia permanente, se están jugando la vida en cada segundo, donde el tiempo además se ha detenido y no corren las agujas del reloj. Cada mañana, los legionarios, sin distinción de empleo, enseñan lo mejor de cada uno a las tropas iraquíes que esperan su ayuda.
Un complejo para hacer prácticas militares, en mitad de la nada, para que puedan combatir mejor con técnicas modernas, un campo de tiro, así pasan medio año de su vida castrense medio millar de legionarios, cada uno con su historia, cada uno con su orgullo, cada uno con su honor.
El soldado iraquí Ahmed pudo oír por primera vez el himno de la Legión al término de una de las sesiones de entrenamiento militar. El legionario ceutí Miguel lo lleva siempre grabado a sangre en su teléfono móvil. Pero la cara de otro militar iraquí, Rashid, fue de mayor sorpresa. Las explicaciones del legionario melillense Juan, dos décadas en el Tercio, se centraron en narrar una compleja misión al soldado Rashid con un video que guarda donde él desfila. La tarea legionaria era diferente a la de todos los días para Miguel, en un paraje donde la única vida es la militar y kilómetros afuera transitan los nómadas por la fina arena del desierto. Una base militar rodeada de calles invadidas por centenares de altas grúas de obra que presiden la ciudad en busca de una reconstrucción que tiene que llegar. En un rincón de esta base, Rashid, de bigote negro y espigado, de una altura que alcanza casi el metro noventa pudo ver y disfrutar… “a 160 pasos por minuto y un solo corazón, como un huracán de guerra, desfila La Legión”. Nada que ver estos soldados adiestrados por legionarios, con las tropas herencia de Al Mutasim, el último califa abasí.
En la leyenda de estos territorios que pisó Alejandro Magno y donde ahora el Estado Islámico intenta dejar más que una semilla y su impronta, hay ya otro nombre propio y con galones para la historia: el del teniente coronel, Javier Makinlay, Jefe del Equipo de los Instructores, una auténtica “bestia negra” para cualquier enemigo. Makinlay ha transmitido en las tropas iraquíes el auténtico espíritu legionario y una formación militar con la que no contaban ni por asomo. Han pasado de un obsoleto y arcaico fusil casi de museo al M16. Más de 13.000 militares y 7.000 policías iraquíes, un contingente preparado “para todo” por fuerzas legionarias. El ahora General Julio Salom fue el primer Jefe del contingente que se desplegó en Irak cuando era coronel. Salom es otro nombre para el recuerdo por su buen hacer, como los de Mohamed y Dris, legionarios de Ceuta y Melilla, respectivamente, que juegan un papel importante, por su conocimiento del árabe que sirve bastante en esta misión. Y así una larga lista de caballeros y damas legionarias que no olvidan las doce máximas de su conocido credo allá donde estén. El Jefe de la División 16 iraquí ya tiene algo de moral y espíritu legionario, el General Sabbah no olvida en esta tierra donde nació la escritura y rúbrica: “Gracias a La Legión”, pero en mayúscula.
LA DESPEDIDA
Aquella última mañana, cuando había asomado el otoño anunciado con unas tímidas lluvias, era un día para el recuerdo, el día de la Graduación. Llegaba el merecido relevo desde España. Las miradas se contenían entre abrazos de los legionarios y los soldados iraquíes en una base que contenía emoción y admiración. “Soy valiente y leal legionario”… cada uno de los legionarios lo recuerda.
Para mayor sorpresa, la hospitalidad incluso se gira en la balanza y es La Legión ahora quien ofrece pastas y té. El Coronel Cepeda repasa todo el trabajo, mientras que las tropas de infantería, la policía federal y la de fronteras a las que habían formado con todo esfuerzo y cariño los legionarios, se sorprenden por la recepción española al más estilo árabe.
Al final del acto castrense, en la base de Besmayah por el relevo de tropas, el Cabo Antonio, que había llevado desde la ciudad rondeña con sumo cuidado su chapiri, no dudó en regalárselo al soldado Khalir que solo podía significar “el mejor amigo”… Guardado como un trofeo en un lugar preferente en la casa de este militar muy cerca de Bagdad descansa en posición de firme en una vitrina de cristal.
La Legión vuelve a casa por Navidad, en Irak un puñado de militares adiestrados por valientes y audaces legionarios, en el otro extremo del planeta nunca les olvidarán.
Han sido episodios de entrega y pasión, de trabajo y preparación. El General Shakir, en nombre de los militares iraquíes, no puede contener las lágrimas y asoman algunas de ellas en su curtido rostro golpeado por los rayos justicieros del sol del desierto. El abrazo con el Coronel Cepeda simboliza un hasta siempre, – Hasta la próxima legionarios -, exclama el General iraquí. Sí Dios quiere. Misión cumplida, así deja estigma La Legión, más que un tatuaje grabado a fuego en la piel. En la antigua Mesopotamia La Legión ya es parte de su historia.