La galaxia de Andrómeda está situada a más de dos millones de años luz de nosotros, siendo uno de los objetos estelares más impresionantes de observar en los cielos otoñales.
La constelación de Andrómeda está situada al Sur de Casiopea y cerca de Pegaso que comparte una estrella blanca-azulada de la esquina noroeste del Gran Cuadrado de Pegaso, llamada Alpheratz o Sirrah del árabe “ombligo del caballo”. El objeto astronómico más importante de la constelación es una de las “joyas del cosmos”, uno de los objetos estelares más importante: la gran galaxia de Andrómeda (M31o NGC 224) que tiene dos galaxias compañeras (M32 y M110) y pertenece, al igual que nuestra Vía Láctea, al llamado Grupo Local que consiste en unas 30 galaxias. Andrómeda es una galaxia espiral muy parecida a la nuestra en magnitud y forma, conteniendo alrededor de 400.000 millones de estrellas y se encuentra a 2,3 millones de años luz de la Tierra, es decir, la luz que ahora contemplamos desde Andrómeda partió cuando nuestros antecesores antropomorfos vagaban en las llanuras africanas.
Esta galaxia era bien conocida en la antigüedad, siendo el astrónomo persa Al Süfi, el primero en escribir sobre ella en el año 964 en su libro de “Las estrellas fijas”, describiéndola como una pequeña nube. La denominación de M31, como también se la conoce, se la dio el francés Ch. Messier, un “cazador de cometas”. Durante sus observaciones apuntaba los objetos no identificados en esa época con su inicial y un número, publicando, en 1785, el famoso catálogo de Messier de 103 objetos celestes no estelares. La galaxia de Andrómeda ocupa un lugar importante en la Historia de la Astronomía. En 1924, el astrónomo americano Edwin Hubble la identificó, por primera vez en la historia, como una galaxia individual fuera de nuestra Vía Láctea. Hasta entonces se pensaba que estos objetos eran nubes de gas dentro de nuestra Galaxia.
M31 es el objeto visible a simple vista más alejado de la Tierra, su magnitud es de 3,4 y es relativamente fácil de encontrarla, en una noche oscura, como una manchita difusa alargada al Noreste del Gran Cuadrado de Pegaso. Como la mayoría de las galaxias, tiene un núcleo más brillante que los brazos espirales que la rodean, en consecuencia, lo que se percibe a simple vista y con instrumentos pequeños es el núcleo. La visión de M31 con telescopios pequeños es muy aceptable y con prismáticos de gran potencia (11×80) es magnífica, ya que apreciamos numerosos detalles, y al disponer de un gran campo visual podremos observar junto a ella a sus dos galaxias satélites (M32 y M110). La excelente imagen de Andrómeda que acompaña al artículo fue captada por nuestro compañero Rafa Barragán con un telescopio refractor Sharpstar 60 mm a f5.5 y la cámara una ASI1600.
La galaxia de Andrómeda está acercándose a nosotros a unos 140 kilómetros por segundo y existe la posibilidad que dentro de unos 3.000 a 5.000 millones de años pueda colisionar con la nuestra, fusionándose y formando una galaxia gigante elíptica.