En casa es muy reducida la basura orgánica que sale al exterior. Afortunadamente vivimos en el campo y los animales dan buena cuenta de la mayoría de nuestros desperdicios, los aprovechan muy bien. Lo que sí producimos, desgraciadamente, es abundante basura plástica, el sino de nuestros tiempos. Y no porque nos guste sino porque no hay forma de evitarlo. Las grandes empresas transformadoras de los derivados del petróleo se encargan con gran habilidad de que los plásticos, sobre todo en forma de envoltorios, sean imprescindibles y casi todo lo que se vende viene forrado en plásticos, aunque sea orgánico o bío (como se dice ahora).
Hay que reconocer que el invento del plástico ha sido sumamente beneficioso para la humanidad y que en infinidad de cometidos es imprescindible. El quid de la cuestión es su expansión sin límites y a veces totalmente absurda debido a que su fabricación a partir del petróleo es baratísima, lo que conlleva grandes ganancias a las multinacionales implicadas. Ciertamente también existen plásticos de origen natural, biodegradables o de óptima recuperación, pero eso no produce muchos beneficios por lo que se dejan de lado.
Hoy resulta prácticamente imposible encontrar algún producto que no venga envuelto, enrollado, aislado o protegido con enormes cantidades plástico totalmente prescindible. Estos plásticos son los principales generadores de esa inmensa basura y casi siempre son totalmente irreutilizables. Hasta para ir de viaje han puesto de moda el forrado de maletas con capas y capas de plástico. Además, esos poderes en las sombras han potenciado los modos “Usar y Tirar”, exaltando las ventajas de tan nefasto comportamiento. La sociedad los ha comprado sin dudarlo, es lo moderno.
Según la propaganda oficial reciclamos un porcentaje enorme de plástico y la recogida selectiva de basuras funciona de maravilla, ¿se lo creen? Si fuera así por qué nos recomiendan que recortemos las anillas que sujetan los envases de bebidas para que no ahorquen a los animales que introducen la cabeza en ellos. ¿Quizás estas anillas van por libre o no son reciclables? No será más cierto que ni siquiera se intentan reciclar.
Muy poco plástico es reciclado, porque no es fácil y resulta muy caro frente a su barata producción. La mayoría de estos residuos son enviados por los “países civilizados”, en barco, a los del tercer mundo para que los reciclen allí. Como van en barco se puede ahorrar bastante arrojándolos directamente al agua a medio camino (así aparecen esas islas flotantes). Los que llegan a destino se eliminan por el magnífico y acreditado sistema de la incineración.
La incineración es, sin duda, el método de reciclaje más usado y produce ingentes productos contaminantes y gravemente peligrosos, para el medioambiente y las personas, también CO2, pero de estos no se habla, no es conveniente para el “negocio”.
Por otro lado los plásticos, especialmente los polietilenos de las bolsas, se degradan desprendiendo gases como el etileno o el metano de demostrado efecto invernadero. Aunque esta degradación sea lenta la producción de gases es considerable por la inmensidad depositada en tierras y mares. Claro que de esto no conviene hablar porque nos cargamos la “teoría oficial”.
Como esa teoría o “verdad oficial” del cambio climático de origen carbonóxico no me convence en modo alguno seguiré relatando mis elucubraciones. Vuelvo a los comienzos: el agujero de ozono, primer ensayo de las fuerzas oscuras para hacer grandes negocios con el medio ambiente. La empresa le salió muy bien a “alguien” consiguiendo la prohibición de los clorofluorcarbonados, a los que culparon de excavar tamaño boquete gracias a unos experimentos donde, en situaciones muy peculiares de laboratorio, estos compuestos interferían en la formación del ozono.
Lo curioso del caso es que el famoso agujero se descubrió una vez que el número de satélites en órbita lo permitió, a finales de los años setenta. Era totalmente desconocido con anterioridad, por lo que nadie sabe si existió siempre o verdaderamente era el resultado de nuestro mal hacer con el entorno. Hoy ya nadie lo recuerda, por lo que pienso que siempre existió y está relacionado fundamentalmente con el campo magnético terrestre. Se consiguió el gran negocio y no vale la pena seguir insistiendo.
Se acordarán de la campaña en los medios. Extraordinaria y terrorífica. Las focas y los pingüinos, pobrecillos, se estaban quedando ciegos y la piel se les llenaba de llagas por el efecto de los ultravioletas, que ya no encontraban freno en las capas altas de la atmósfera.
Pero lo incomprensible, bueno quizás lo más comprensible viendo el nivel crítico de la sociedad actual, fue que nadie se preguntó en público por qué ese boquete había aparecido en el Polo Sur cuando la casi totalidad de esos productos, usados como propelentes en pulverizadores o en instalaciones de climatización, se emitían en el hemisferio norte donde se supone que habitamos la mayoría de los civilizados. ¡Menudo viaje se pegaron esos gases para fastidiar al amigo ozono!
Sin querer ser pedante voy a contar algo de la aceleración de Coriolís, que es muy importante en este asunto y de la que nadie habló desde los gobiernos o informativo alguno.
Como todo el mundo sabe, incluso los que siguen defendiendo que es plana, la Tierra gira sobre sí misma. Ese giro provoca que los cuerpos que se mueven a su compás se vean sometidos a unas supuestas fuerzas que los inducen a desviar sus caminos, hacia la derecha en el hemisferio norte y a la izquierda en el sur.
Los gases atmosféricos también sufren esa influencia en todas las latitudes, mayor mientras más cerca del ecuador. En el mismo ecuador se produce una especie de frontera que esos gases no saben cómo atravesar, o lo que es lo mismo, los aires del norte suelen quedarse en el norte y los del sur en el sur. Recuerden los alisios y contralisios que permitieron a Colón y sucesores cruzar Atlántico y Pacífico.
Es decir, si el agujero de ozono se produjo por la emisión humana de gases contaminantes ese boquete debió aparecer muy al norte o cuando menos por encima del ecuador (no tiene el menor sentido que los gases sean más dañinos donde escasean que donde abundan). Y de eso nada de nada.
Pelillos a la mar. La campaña fue exitosísima. Arruinó a algunos y otros se forraron. El agujero siguió a lo suyo.
Lo terrible es que esos poderes fácticos tomaron buena nota de la facilidad para convencer de cualquier disparate a la actual sociedad organoecologista de salón y adicta fiel a televisiones o monitores en red, a sus pompas y a sus obras. Descubrieron que con el acompañamiento de supuestos estudios científicos avalando cualquier barrabasada y untando con alegría a los “medios”, se podía inducir en la sociedad la absoluta certeza de la misma. Programa: Calentamiento Global con culpable acordado. Surgen problemillas: cambio de estrategia. Solución: Cambio Climático con el mismo autor. Éxito.
Hace ya tiempo que alguien bautizó la televisión (hoy aplicable a sus adláteres) como la caja tonta y no acertó. Es una caja muy lista o, cuando menos, manejada con descaro por gente listilla y sin escrúpulos. Es el medio ideal para confundir o alterar la opinión pública en una sociedad cada vez menos formada, acrítica y sin inquietudes; crédula hasta el aburrimiento. Los programas soeces, escandalosos o vergonzantes de bajísimo nivel cultural alcanzan las máximas audiencias. La política populista, el relativismo, el buenismo lingüístico, el forofismo partidista, los lugares comunes y las verdades oficiales, perforan las conciencias de los ya anonadados televidentes y, como cada hombre un voto, así salen los resultados que salen en las sucesivas votaciones.
En fin yo, aunque un poco asfixiado por el anhídrido carbónico que acompaña a los anatemas que recibo, sigo intentando contar alguno de mis pensamientos que estoy seguro no convencerán a nadie. Siempre he sido un bicho raro, me gusta y no pienso guardar silencio. Qué le vamos a hacer.