La Patrona y Alcaldesa perpetua de Ronda, Nuestra Señora de la Paz, ha recorrido esta tarde en procesión las principales calles de la ciudad, ante la mirada de miles de personas que han querido acompañar a la Virgen en un día muy especial para esta hermandad, ya que se ha celebrado el 125 aniversario de la beatificación de Fray Diego José de Cádiz.
Por este motivo y de forma excepcional, este año el trono de horquilleros de la Paz ha realizado su salida desde la puerta del Obispo, de la colegiata de Santa María la Mayor, donde anteriormente se he celebrado una eucaristía con la asistencia de numerosos fieles.
Ya a las 11.30 horas se iniciaba el cortejo, que ha estado formado por la representación de autoridades civiles y militares, de las hermandades de Pasión y de Gloria de la ciudad, así como de niños y niñas de primera comunión y mujeres vestidas de mantilla. La jornada se ha caracterizado por el intenso sol y el viento, que ha estado presente en todo el desfile.
En esta celebración tan especial de la Virgen de la Paz, durante la eucaristía se ha contado con la actuación de la Escolanía de Voces Blancas de Los Palacios (Sevilla), y ya en la procesión en la puerta de la parroquia del Socorro el Orfeón Vicente Espinel ha interpretado el himno de la Patrona de Ronda, al tiempo que era mecido el trono. Metros más adelante era el Coro Rociero de la Sierra a las Marismas el que dedicaba unas sevillanas, con letras a la Virgen, en la calle Espinel. En la comitiva el acompañamiento musical ha corrido por parte de la Banda Juvenil del Santísimo Cristo de las Tres Caídas de Triana (Sevilla) y de la Banda Municipal de Música de la Agrupación Musical Aureliano del Real de Ronda.
Un año especial
Este es un año especial para la Hermandad de la Virgen de la Paz, porque se acaba de cumplir el 125 aniversario de su beatificación, por el papa León XIII.
Según se ha informado desde el Obispado de Málaga, Fray Diego José nació en Cádiz, el 30 de marzo de 1743. Profesó en la Orden de los Capuchinos el 31 de marzo de 1759 y se ordenó sacerdote en 1766. Durante cerca de 30 años recorrió predicando gran parte de la geografía española, llegando incluso hasta Portugal, por lo que la gente de su época llegó a llamarlo el «nuevo san Pablo» ó el «apóstol de la misericordia». Su fama era tal, que las catedrales se quedaban pequeñas de tantas personas como acudían a escucharlo y en numerosas ocasiones predicaba en los descampados. Todavía hoy se conoce como “el Predicatorio” a una explanada a las afueras de Ronda, donde el beato solía predicar.
Tal fama alcanzó, que el gran historiador Marcelino Menéndez Pelayo recoge en su obra “Historia de los heterodoxos españoles” que fray Diego José de Cádiz «fue, en un siglo incrédulo, algo de lo que habían sido San Vicente Ferrer en el siglo XV y el Venerable Juan de Ávila, apóstol de Andalucía, en el XVI. Desde entonces acá, palabra más elocuente y encendida no ha sonado en los ámbitos de España».
Huesos que sudaban sangre
Como explica Miguel Casas, ex hermano mayor de la Hermandad de la Paz, «León XIII durante su beatificación dijo de él que era el “segundo apóstol San Pablo” porque era capaz de reunir a miles de personas en un solo día. Es más, cuando vino el entonces Obispo de Málaga, Marcelo Spínola, a la Misa de Acción de Gracias por su beatificación. En su visita, estuvo acompañado por dos forenses que se llevaron una gran sorpresa cuando, al sacar sus restos para ponerlos en una urna, regalo de la Maestranza de Ronda, vieron que los huesos sudaban sangre. El Obispo dijo entonces que era un milagro y envió parte de los restos a Su Santidad León XIII. Dicen que entonces el Papa reunió a la comisión científica y los huesos, efectivamente, sudaban sangre, y dejó constancia de ello».
El párroco de Santa María la Mayor y del Espíritu Santo de Ronda, además de rector de la Iglesia Ntra. Sra. de la Paz, Salvador Guerrero, afirma «en Ronda se cuenta que, cuando se desencadenó en la Serranía una epidemia de peste grandísima, Fray Diego se ofreció a sufrir la enfermedad a cambio de que la peste no hiciera estragos en la ciudad. Y dicen que así pasó. Fue el único que falleció en la localidad. Y lo hizo en una casa frente a la Iglesia de la Virgen de la Paz, el 24 de marzo de 1081. Antes de morir, pidió ser enterrado junto a ella. Una imagen de la que no se ha separado desde entonces, ya que cada año, sus restos van a los pies de Nuestra Señora de la Paz cuando esta recorre las calles de Ronda, localidad de la que es patrona y alcaldesa perpetua.
Los rondeños sienten una gran devoción por fray Diego, como así lo ponen de manifiesto la gran cantidad de vecinos que llevan su nombre en la actualidad».