Los “Phallus” son unos hongos con forma de pene. Hay quien se los come, otros afirman que su olor produce orgasmos a las mujeres y la hija de Darwin los destruía por libidinosos. Como puede leerse, son setas muy curiosas.
El 26 de abril de 2017, Oscar Cuso publicó en El País un curioso artículo sobre esta interesante y apestosa seta. De ahí he extraído algunos datos sobre esta peculiar seta.
Su nombre científico es Phallus impudicus, en España se le conoce por falo hediondo, el nombre está del todo justificado ya que el hongo puede ser localizado perfectamente solo por su olor. Según el libro de una de las nietas de gran científico Darwin, llamada Gwen, su tía Henrietta, dotada de un excesivo puritanismo y un buen olfato, inventó la cacería del antes nombrado falo: “Armada con una canasta y un bastón puntiagudo, una capa de caza y guantes especiales, olfateaba su camino en el bosque, deteniéndose aquí y allí, su nariz se crispaba, cuando captaba al olor de su presa; entonces al final, con un ataque mortal, caía sobre su víctima y metía su cadáver putrefacto en la cesta.”
Al llegar a casa, Henrietta lanzaba la recolecta al fuego del salón “con la puerta cerrada; debido a la moral de las criadas” anotaba su sobrina. La hija de Darwin tenía muy claro que los hongos fálicos debían ser exterminados; quién sabe si su forma impúdica o su olor fétido pudieran despertar libidos y pasiones.
Las similitudes de Phallus impudicus con el miembro viril no son pocas. En su fase madura, la parte superior tiene aspecto de glande y está cubierta por una capa viscosa de color verde conocida como gleba. Al licuarse, huele a carne podrida dado que produce cadaverinas y putrescinas, sustancias estrechamente relacionadas con la espermina y la espermidina, presentes en el semen. Este hedor aleja a los predadores, pero atrae a las moscas.
Al contrario que la mayoría de setas, las esporas no son transportadas por el aire. Después de germinar, las hifas (los filamentos que conforman el cuerpo de los hongos) se expanden en el subsuelo. Luego crece el cuerpo fructífero inmaduro que tiene forma esférica u ovalada. Su misteriosa aparición de bajo tierra condujo a la creencia generalizada de que eran los “huevos del demonio”. Cuando la humedad es importante, de los mismos genitales diabólicos crece el falo en un proceso semejante a una erección. En ambos casos, el levantamiento es mediado por un líquido presurizado – la sangre sostiene al pene, el agua, al hongo – dentro un cuerpo hueco y poroso. Es tal la irrupción, que unos investigadores de Cambridge especularon, basándose en un modelo matemático, que con la fuerza ejercida por tres falos hediondos se podrían levantar unos 400 kilogramos de peso. La velocidad de crecimiento es enorme; mientras muchas setas requieren varios días para completar la maduración, el falo hediondo en aproximadamente una hora puede alcanzar su altura media, unos 15 centímetros.
El olor nauseabundo del falo hediondo es francamente desagradable. Sin embargo es comestible. Cuando el falo es inmaduro, se pueden comer partes de las capas internas, ya sean crudas o cocinadas. Aparentemente, saben a guisante y en lugares como Francia y Alemania son consideradas una delicatessen. Especies similares se consumen en China. Personalmente no conozco a nadie que los consuma. De hecho, el género Phallus se distribuye alrededor del mundo y existen varias decenas de especies, todas con la misma forma. De ahí el nombre científico que las une y su uso como afrodisíaco en diferentes culturas. En Montenegro, por ejemplo, los campesinos locales untan los cuellos de los toros con estos hongos para dotarlos de más fuerza.
Aunque el poder excitante de los Phallus parezca algo puramente simbólico y tradicional, hoy en día sus propiedades aún son motivo de controversia. En 2001 unos científicos de Hawái afirmaron en un estudio que el olor de una especie similar produce orgasmos a las mujeres. Los autores del artículo apuntaron que compuestos de esta seta “podrían tener cierta similitud con los neurotransmisores humanos liberados durante los encuentros sexuales». El estudio está mal realizado, la muestra es pequeña, el test no se reproduce en diferentes condiciones y no hay una evidencia clara de que los orgasmos sucedieran, además, la investigación fue financiada por una compañía farmacéutica con intereses en el mercado del sexo.
Parece ser que los humanos queremos ver más allá de las analogías genitales, ya sea para atribuirles ideas pecaminosas o poderes afrodisíacos y, ya de paso, sacarles algún beneficio económico.
Bibliografía: https://elpais.com/2017/04/24