Dicen que nadie es profeta en su tierra, en Ronda por desgracia esta frase se ha convertido en una regla inquebrantable de la que han hecho gala las administraciones rondeñas para con la figura de Don Vicente Espinel, probablemente el más ilustre de cuantos hijos ha dado la Ciudad Soñada.
Hablar de Don Vicente Espinel es hablar de uno de los más reconocidos escritores del Siglo de Oro, admirado por Cervantes, Lope de Vega o Góngora; es el autor de la estrofa de 10 versos llamada en su honor “espinela”, también es de su autoría “Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón” donde dice que la Mina del Rey Moro tenía 365 peldaños, aunque hoy día la cantidad de peldaños es menor.
Según reza la leyenda, y así lo dice una placa en el dicho lugar, vivió en una casa situada entre las calles de San Juan Bosco y de González Campos, esta casa es comúnmente llamada Casa de los Duques de Ahumada por haber pertenecido a ellos y aún conservar el escudo de dicha familia; no debe caer en el olvido que de esta casa se segregaron sus caballerizas y sin ningún miramiento hicieron apartamentos en ellas, pero el desdén no acaba ahí porque la vivienda en sí fue demolida hace más de veinte años con el pretexto de recuperarla, conservándose hoy día solo el lienzo de fachada y un aljibe.
Hasta 1591 fue capellán de la capilla del Hospital Real de Santa Bárbara sito en la calle Armiñán justo enfrente de la capilla del Señor del Perdón, un edificio gótico-mudéjar construido sobre 1512 aunque reformado en 1528 y demolido en los años 70 en otro acto de desprecio por la historia rondeña.
En el dicho año de 1591 puso a un sustituto al frente de la capellanía del Hospital Real de Santa Bárbara, y, marchó a Madrid, donde publica sus Rimas graduándose en 1599 como Maestro de Artes en la Universidad de Alcalá.
Llegó a ser escudero del Conde de Lemos, a luchar en Flandes, a estar bajo las órdenes del ejército de Alejandro Farnesio e inclusive estar preso por los berberiscos en Argel, tras tantos azarosos eventos retorna a España, llegando a Málaga donde escribió “Canción de mi patria” y la Epístola al obispo malacitano.
Resulta inaudito que su legado sea tan maltratado en la ciudad que le vio nacer allá por 1550, una figura de tan alto prestigio merece la reconstrucción de la casa que moró y que en ésta se aloje un espacio museístico dedicado a su persona y obra; pero los sueños, sueños son.
Isidro García Cigüenza
Gracias, Dn. Juan por su recordatorio. Sólo me resta, por mi parte, añadir un detalle a su bien documentado artículo y es que, precisamente este año, celebramos el 4º Centenario de la Publicación de su obra «Vida del Escudero». Un motivo más para estar orgullosos de este rondeño universal y un motivo más para celebrar tan excelente novela.
Espero conocerle y trabajar juntos en pos de la difusión de la misma.
Isidro García