Lástima de democracia! Con lo que costó conseguirla y lo mal que la estamos cuidando.
A lo largo de la historia de la humanidad pocos han sido los períodos en los que se ha disfrutado de algo parecido a una democracia como la entendemos en la actualidad. Fue a partir de la Independencia de los EEUU y de la Revolución
Francesa cuando se comenzó a extender la idea de un gobierno del pueblo y por el pueblo. Nuestro país, sin embargo, tardaría casi doscientos años en conseguir un periodo democrático digno de mención a partir de nuestra Transición.
A pesar de que nuestra democracia puede considerarse joven, la mayoría hemos perdido la ilusión en ella. El descrédito de la política es hoy en día casi absoluto. Sin duda quienes más responsabilidad han tenido en ello son los políticos, que han pasado por una evolución que, por imitación del lenguaje relacionado con los avances tecnológicos que ahora todo lo dominan, podríamos clasificar en los siguientes tipos:
Políticos 1.0
Se trata de personas reconocidas social y profesionalmente que acceden a la política como colofón a una vida de éxitos. Se dedican fundamentalmente a poner su experiencia al servicio de la sociedad consiguiendo logros que trascienden a su gestión. Una característica claramente diferenciadora de este tipo de políticos es que se ganan la vida desempeñando su profesión antes y después de su paso por cualquier institución.
Políticos 2.0
Tenemos en esta fase personas que no habiendo demostrado nada fuera de la política, se desenvuelven en ella desde los niveles más bajos de los partidos, medrando a base de chanchullos. No tienen en su mente trabajar para la sociedad, sino para sí mismos, aunque sí intentan disimular ante sus votantes con gestos vacíos de cara a la galería. Son perjudiciales en cuanto que no hacen más que malgastar el dinero de los contribuyentes con muy poco retorno en forma de beneficios para la sociedad
Políticos 3.0
Los de última aparición. Estos, además de no haber cotizado ni un día fuera de los puestos conseguidos al calor de sus respectivos partidos, es que no han demostrado valer para nada. Antes al contrario, todo lo que tocan lo chamuscan. Siendo malo lo anterior, la principal novedad de esta versión 3.0 es que además no disimulan en sus objetivos, lo tienen claro: ellos están en política para sí mismos y para quienes les incentiven sus decisiones. Además, y lo que es más pernicioso, se dedican casi exclusivamente a crear problemas donde no los hay, aplicando la conocida Doctrina del Shock (expuesta claramente en el libro del mismo título de Naomi Klein).
Según la misma, cualquier medida impopular puede implantarse en la población cuando ésta está en estado de shock, bien por una desgracia natural ( Huracán Katrina, terremotos, etc. ), o bien por una crisis provocada (burbuja inmobiliaria y crisis de deuda posterior, etc. ).
Lógicamente, los diferentes estados evolutivos de los políticos se han ido mezclando a través del tiempo, coexistiendo varios tipos en la misma época. Ahora tenemos una mezcla de las versiones 2 y 3. Particularmente en nuestra ciudad llevamos mucho tiempo sin ver un tipo 1, y cada vez son más los de tipo 3.
Aunque la solución a este problema sea complicada y escape del alcance de
la mayoría, sí tengo claro qué podemos aportar los ciudadanos: tendríamos que “resetear” el sistema y volver a la versión inicial de los políticos, los 1.0. Para ello deberíamos TODOS tomar parte de las decisiones de cada uno de los partidos que creamos que más nos puedan representar, para de esa manera tutelar los procesos de selección de candidatos en los mismos y evitar la entrada de esos elementos que tanto daño han hecho a nuestra democracia. Ya sé que es ingrato, pero no hacerlo es mucho más perjudicial.
Tendremos los ciudadanos que volver a interesarnos más activamente en política, habida cuenta que la delegación de nuestros problemas en manos de estos politicuchos 2.0 y 3.0 no hace más que agravar los mismos.
Ronda, febrero 2018. José Luís Ortiz
Paco Vidal
Sr. Ortiz, felicitación por la clara y «cuasi» perfecta exposición que hace usted de la clase política que nos vemos obligado a padecer en nuestra ciudad, sobre todo me complace la manera tan modernista que emplea usted para establecer el símil.
Le digo «cuasi» porque hay otra que usted ha olvidado, no se si por desconocimiento o voluntad propia. Por mi parte debo confesar que hasta el día de ayer no se me había ocurrido pensar que existiese. Y sin embargo, existe. En el pleno del Ayuntamiento de ayer lunes un vecino del BARRIO (con mayúsculas) llamó a nuestros ediles BECARIOS.
A mí personalmente me pareció bastante acertado el termino. Yo le recomendaría, ya que parece usted una persona versada en política, que estudiase el tema, tal vez le de para un nuevo artículo, dedicado solo a esta especie.