Lo confieso, me gustan las vanguardias. Forma parte de mi carácter.
Nunca me ha gustado transitar los caminos trillados por donde muchos ya han pasado. Admiro a aquellas personas capaces de parir nuevas ideas, de derribar muros mentales y de buscar formas diferentes de hacer las cosas. Ya digo, debe ser mi carácter.
Y como quiero ser moderno, a poco que la vida me permite salir fuera de mi pueblo, aprovecho la más mínima ocasión para descubrir nuevas ciudades, bañarme de sus ideas, disfrutar de trazados urbanísticos brillantes, gozar paseando por sus extensas zonas verdes, envidiar los servicios públicos que algunas ofrecen, etc.
Por ello reconozco que ante la discusión de si peatonalizar el Puente Nuevo o no, tengo sentimientos encontrados, un cuerpo raro, un no sé qué que no me convence. Mi mente diría que esa elección haría a mi pueblo parecerse a esas ciudades, pero a la vez un malestar carcome esa esperanza: el corazón niega la satisfacción. ¿Qué me pasa?
De alguna manera, el subconsciente, ese que dicen que está siempre alerta ante posibles peligros, me está mandando señales.
Desbrozando sentimientos y desoyendo argumentos manidos por todos, encuentro que mi negación nace de una sensación de desprecio, de un sentimiento de repudio, ese que siento yo y que noto también en muchos de mis vecinos: la impresión de que los que ahora gestionan nuestro municipio han elegido traicionarnos.
No es que la peatonalización del Puente Nuevo sea un cambio de rumbo para hacer una Ronda mejor, sino que a mi modo de ver se trata de una vil deslealtad. Y es que entre todos los argumentos que defienden desde la corporación que gobierna nuestra pueblo, hay uno iniciático, la semilla del problema: la supuesta incompatibilidad entre el peatón y el coche en su convivencia por el centro histórico. Pero lo que el subconsciente colectivo detecta en la elección de los iluminados que decretan este corte, es que en realidad la imposición esconde una vileza más contra todos los rondeños: todos sabemos que la mayoría de los peatones a quienes defienden “nuestros políticos” son visitantes de un día que poco o nada aportan a nuestro bienestar, y los conductores a quienes se condena a no pasar por nuestro Puente, son en su mayoría ciudadanos, contribuyentes y partícipes de la vida diaria de nuestro pueblo.
Es decir, que en la búsqueda del sacrosanto beneficio económico, se le regala nuestro patrimonio a aquellos que nos visitan sin que ni los perjudicados ni la mayoría de rondeños tengamos la seguridad, ni siquiera la sospecha, de que ese regalo será correspondido en forma de mejoras en nuestra vida diaria. Antes al contrario, existe el convencimiento intuitivo de la mayoría de que esta cuestión no es más que otra muestra de las malas artes de quienes se acercan a la política con fines personales y egoístas. Porque no se entiende, desde la inocencia democrática, la cerrazón de quienes abanderan el corte ante los argumentos, manifestaciones, incluso súplicas de la Ciudadanía Rondeña. De la misma forma que percibo los brillos de ciudades lejanas (o cercanas), también soy sensible a los problemas que a su vez tienen.
Por ello, toda esta polémica me trae a la cabeza palabras que están ya en el vocabulario básico de muchas de esas ciudades cercanas ( o
lejanas ): turismofobia, gentrificación, airbenebización, empobrecimiento social, etc. Casi todos tienen un origen parecido, la preferencia por el beneficio económico de una minoría en detrimento de la calidad de vida de la mayoría; y una consecuencia, el deterioro y , en algunos casos, la pérdida de las expectativas vitales de los habitantes de esas ciudades y la desaparición de la idiosincrasia propia de las mismas.
Hace falta un proyecto de ciudad abordable, ilusionante, esperanzador respecto al futuro para nuestros jóvenes y, por supuesto, consensuado. Y para eso son necesarias personas brillantes a los mandos, cosa que en los últimos lustros ha sido la excepción más que la norma.
Confío en que seamos capaces en nuestro pueblo de cambiar este rumbo y poner en primerísimo lugar de todas las discusiones el BIENESTAR del Ciudadano Rondeño. Primero Dios, después los santos.
Paco Vidal
Cuanto agradecerían nuestros hijos que sus padres hubiesen tenido al frente de su Ayuntamiento, un señor o señora tan equilibrado como este, y no lo que, desgraciadamente, tenemos.
¡Enhorabuena señor o señora Odaven!
Paco
Muy buenas reflexiones… meditadas y acertadas. Comparto y creo, al igual que muchos ciudadanos, que lamentablemente la mediocridad de nuestros gobernantes es nuestro auténtico mal. Gracias Sr./Sra. Samet.
Juan Ant guerrero
Si señor, totalmente de acuerdo con usted, estos políticos inexpertos, con ideas totalmente absurdas y rompedoras con la convivencia que disfrutamos en nuestra ciudad, deberían dedicarse a proponer mejoras y escuchar más a los ciudadanos, en vez de darnos la espalda y a base de decretos traicionar nuestra confianza.
Pontífice
!Muy bien dicho, TOMÁS NEVADO!