Parece que fue ayer, o al menos eso nos parece a algunos, pero hace ya 25 años de una muestra universal celebrada en Sevilla, con un alto nivel tecnológico, científico y cultural, que obtuvo un éxito rotundo dentro y fuera de las fronteras de nuestro país. En ella se volcaron todos, exponiendo sus mejores galas en muchos aspectos, pero también sus últimos avances e invenciones en los campos que a nosotros más nos interesan: la Ciencia en general y la Astronomía en particular.
Detalles y experiencias
Este año 2017 se cumplen 25 de uno de los acontecimientos más importantes de finales del siglo XX, que dejó muy alto el pabellón de nuestro país en el mundo, y un legado no sólo material (que también), sino el que a veces es quizás más importante, el intangible.
En 1992 tuvimos pues la Exposición Universal de Sevilla, acompañada de la inauguración de la primera línea ferroviaria de alta velocidad (AVE).
Comenzó esta macro exposición el día 20 de abril, después de muchas vicisitudes en su organización y construcción, como además es lógico que las hubieran en algo de esta magnitud. Destacando el hecho de lo que iba a ser coincidencia en el tiempo de dos exposiciones universales (Chicago y Sevilla), pero que por suerte para la ciudad andaluza, la primera se retiró finalmente. Y otro suceso desafortunado fue el incendio fortuito del Pabellón de los Descubrimientos, días antes de su inauguración. Pero se superaron y, finalmente, la muestra abrió sus puertas el día previsto, superando todas las expectativas en cuanto a afluencia de público, y el éxito fue sorprendente.
Al día siguiente (21), llegó el primer tren AVE, procedente de Madrid, hasta las inmediaciones de las instalaciones: una bonita terminal, hoy en desuso, pero que cumplió con su fin durante los seis largos meses que duró el acontecimiento. Pues éste terminó el 12 de octubre del mismo año, día en que para más gloria, se cumplía el V centenario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, personaje que, también curiosamente, vivió sus últimos años y estuvo enterrado en el Monasterio de la Cartuja, hasta su traslado a la Catedral de Sevilla. Edificio éste del monasterio, que también fue rehabilitado e integrado en la infraestructura de la EXPO.
Fueron 250 hectáreas de arrabales del río Guadalquivir las que se acondicionaron para el evento, y donde se pudieron instalar un total de 95 pabellones, instalaciones y servicios, construidos y utilizados por 112 países, 23 organismos internacionales, las 17 comunidades españolas y numerosas empresas.
Abría sus puertas el recinto a las 9 de la mañana, y era impresionante ver las colas de personal en las diferentes entradas, para correr y volver a formar nuevas filas en los pabellones más emblemáticos, si no querías tener que desistir de tal empeño, no sólo ese día, sino cualquier otro, si tenía la posibilidad de realizar más de una visita. Y terminaba la jornada diurna con el llamado Espectáculo del Lago, sobre las 10 de la noche. Derroche de luz y sonido sobre chorros de agua, verdaderamente difíciles de olvidar.
Estructuras y pabellones emblemáticos
Los pabellones e instalaciones más importantes desde nuestro punto de vista (el relacionado con la Ciencia y la Astronomía), pero también coincidentes al parecer por el gusto del público en general, dada la gran afluencia de visitantes, fueron los siguientes:
En el Palenque se celebraron jornadas, entre otras, en honor del CERN, y «mercadillos de la Ciencia”, donde se exhibían espectaculares experimentos por parte de alumnos universitarios de diferentes lugares del planeta.
El Pabellón del Futuro, con la magnífica exposición «El Universo, de infinito a infinito», con los secretos de la materia y de la vida, un «Mural de la evolución» y un Planetario Digital, donde se proyectaba la impresionante «Aventura Cósmica».
El Pabellón de la Energía tuvo como finalidad explicar al visitante la energía y sus recursos, presentados de forma divertida.
El de la Naturaleza, donde se encontraba la famosa «Burbuja Amazónica, una recreación de la selva, con plantas y animales, así como la exposición «Conservemos la Naturaleza».
El de los Descubrimientos iba a ser el buque insignia del certamen, pero dos meses antes de su inauguración fue víctima de un incendio, y no pudo ser recuperado a tiempo. Instalado en el también llamado Parque de los Descubrimientos, se exhibió como lo dejaron las llamas, al lado de las instalaciones de la gran antena parabólica del Instituto de Astrofísica de Canarias, y la maqueta a tamaño natural del cohete Ariane IV, de la Agencia Espacial Europea, con 58,4 metros de altura.
En recintos contiguos estaban los pabellones del Futuro y del Universo, con la empresa de telecomunicaciones Alcatel y su patrocinado Cine Espacial que combinaba imágenes planetarias con una espectacular tecnología digital.
El de España, con un impresionante espectáculo de proyección de cine «Movimás», en el que los asientos se movían de forma coordinada con la película.
El de Andalucía, con una proyección de imágenes regionales, a 360 grados, que producían vértigo.
En el de Fujitsu, se podía contemplar la proyección, en un nuevo sistema denominado Imax Sólido, en imágenes estereoscópicas, de la película «Ecos del Sol», que introducía al espectador en la fotosíntesis y en el mundo de las células.
En definitiva, la Exposición de Sevilla fue un escaparate para los nuevos avances científico-tecnológicos de la época, y especialmente en los campos de las comunicaciones y la información.
Probablemente, la EXPO de Sevilla 92 haya sido el mayor evento expositivo de la historia de España del siglo XX, si exceptuamos la Exposición Iberoamericana del 1929 que, por la diferencia en tiempo, tendría lógicamente unas características diferentes.