En cualquier aspecto de la visita a Ronda, mírese por donde se mire, aparece por doquier el legado musulmán que se refleja en la arquitectura de las de casas, balcones, rejas, patios y calles, aplaudidas por el vaivén del arbolado de las plazas, especialmente naranjos, pinsapos y algunos madroños.
Se respira arte mudéjar por doquier en la Ronda, redonda, a la que llamamos Ciudad. Mudéjar viene de la palabra árabe “mudaʒʒann”, que significa doméstico, encarna igualmente lo popular y a la población. En Andalucía somos mucho de eso, mucho de pueblo y legado que nos dejaron los ochocientos años que fuimos gobernados por ellos. Pero para no confundirnos, al único que expulsaron los Reyes Católicos de su poder y domino, fue a Boabdil el Chico, ultimo gobernante musulmán.
Sus gobernados, musulmanes y cristianos mozárabes convertidos al Islán, sólo tuvieron que convertirse al catolicismo para que los tribunales de la Santa Inquisición le perdonaran la vida, los dimos en llamar Moriscos. Su conversión a cristianos fue solamente de apariencia, porque todos en esencia siguieron teniendo al moro dentro. Andalucía está llena de moros que van a misa, decía Gerald Brenan, Hispanista Inglés que murió en Alhaurin el Grande en 1987. Ronda y los rondeños no estamos fuera de ese grupo. Es de destacar que las ocho provincias andaluzas se encontraban hace cuarenta años entre las doce primeras de España en cuanto a cifras de analfabetismo y este bajo nivel cultural ha contribuido enormemente a mantener costumbres y usos de tradición oral, impidiendo así que el moro se vaya de nosotros.
En la medida que más se ignora, más convencido se está que la percepción de la realidad y la realidad son la misma cosa; Sin embargo la realidad y nuestra percepción de ella, pueden ser iguales, parecidas, distintas o muy diferentes. Para nosotros las cosas son como son, eso dicen en todos los sitios, pero para nosotros son como nosotros las vemos y eso ya no es igual en todos los sitios, porque en cada lugar de ve distinto, cada uno de nosotros crea su propia realidad, la experiencia de su vida, a partir de sistemas inconscientemente elegidos e incontrolados hasta tal punto de no ver las cosas como son sino más bien de acuerdo a la experiencia que tenemos con ellas.
Se deduce de todo esto que la calidad de nuestra experiencia en la vida, depende de nuestra manera de percibirla. Influyen en su exposición muchos aspectos subjetivos, todos ellos emanados del dictamen de nuestra cabeza y acompañadas del “folklore” que cada cual pone a la hora de exponer su tesis.
La figura del ‘Chivato’ la traen los musulmanes para luchar contra el mentiroso y sigue siendo de suma utilidad entre nosotros porque cuando hablamos con alguien por muy amigo que sea nos marchamos con la duda de si nos ha dicho la verdad o nos la ha metido doblada. De pequeños nos educan con mentiras para salir de situaciones difíciles. Dile a la vecina que no estoy, dile que la bici te la han robado en el colegio, dile que el libro se te ha perdido para que te den otro, dile que la quieres, aunque la odies, dile que tienes de todo, aunque no tengas de nada. En resumen, estamos educados con mucha mentira por entre medio y cuando queremos alardear de honestos se nos ve el plumero porque llevamos dentro al chivato y al mentiroso, al galán y al feo, al íntegro y al desigual, al casto y al impuro, al honrado y al ladrón.
En definitiva, somos personas disfrazadas que pretendemos nuestro propio beneficio amparados en la bondad y la ignorancia con muchas dosis de maldad, que afirmamos negando lo recíproco. ¡Vamos! ¡Que te engaño, y encima me lo tienes que agradecer!