Dados a dramatizar cualquiera es capaz de poner exagerados adjetivos a la situación actual del PSOE.
Mas, para poner las cosas en su justos términos, me gustaría comenzar estas sencillas reflexiones personales lanzando un mensaje de sensata tranquilidad al efecto: El drama, el trauma, la trascendencia y la tragedia, para las personas de buena voluntad, sean cuales sean sus ideas políticas o religiosas, están en los numerosos puntos del Planeta en los que la pobreza, la enfermedad, la muerte y la guerra son las dueñas y señoras del entorno en el que viven.
Sin ir más lejos aquí, en España, las destinatarias de esos malvados términos mencionados son las miles de criaturitas atrapadas por la injusta crisis económica que desde hace ocho largos años les viene golpeando (al filo de trescientas familias en este pueblo llamado Ronda que necesitan alimento, ropa, vivienda y ayudas básicas de todo tipo para sobrevivir medianamente).
Ahí está la llaga, la herida que debe llenar el primer lugar de nuestras prioridades. Lo del PSOE nuestro de cada día, concretamente, no es más que una situación difícil, un mal momento que le ha tocado vivir y que apenas ocupará un pequeño espacio de preocupante tiempo en la mente de la mayor parte de la ciudadanía de este país.
Así las cosas, volviendo al enunciado, en otros capítulos de nuestra larga historia sí que ha habido momentos a los que les podrían venir como ni pintados algunos de esos tremebundos calificativos.
Trascendentales fueron, sin duda, aquellos días en los que se produjo la escisión de nuestro Partido: por 8.808 votos a favor y 6.225 en contra, el Congreso del PSOE de abril de 1921 rechaza las condiciones impuestas por Moscú, gracias al informe del rondeño Fernando de los Ríos y el apoyo de Pablo Iglesias, aprobándose no entrar a formar parte de la III Internacional y continuar en la II. Los defensores de los ideales de la revolución rusa abandonan el Partido y fundan el Partido Comunista Obrero Español que luego se convertiría en el PCE. Trascendente fue y a partir de ahí se fue configurando un PSOE, alejado ya de la dictadura del proletariado.
Traumáticas, las jornadas, en las que, tras ser proclamada la dictadura del General Primo de Rivera, se organiza el gran “guirigay” en el seno del PSOE: se enfrentan las dos grandes tendencias sobre la postura a emprender de cara a semejante situación política indeseable, de una parte Largo Caballero, Julián Besteiro y Pablo Iglesias y de otra, Fernando de los Ríos e Indalecio Prieto, siendo estos últimos los que defienden a capa y espada que no hay que tener la más mínima relación, colaboración, ni contemplación con la funesta dictadura de Primo de Rivera. No hubo ruptura, pero sí trauma. Nuestro ilustre paisano Fernando no ganó la votación pero sí pasó a la historia por su decisión de mantenerse alejado de semejantes entretelas.
El término trágico bien podría aplicarse a los momentos finales de nuestra desgraciada Guerra Civil, cuando Julián Besteiro, con el deseo de salvar vidas y obtener una paz honrosa, apoya el golpe del coronel Casado y firma la entrega de Madrid a Franco que, defraudando todas las expectativas, da paso en definitiva a los cuarenta años de tremenda y cruel dictadura que tanto está aún costando olvidar y cerrar.
Ya sé que lo dicho es un brevísimo e incompleto relato histórico, pero viene al pelo únicamente con la sana intención de quitar hierro al asunto y para que afrontemos estos instantes sin excesivas e innecesarias alarmas.
Días difíciles, pero que se iluminan con una antorcha brillantemente democrática, transparente, ilusionante y ejemplar, mejor dicho, tres antorchas luminosas, porque tres son las candidaturas que se nos ofrecen para que entre todos y todas decidamos a quien otorgar, con nuestro sacrosanto voto personal e intransferible, la responsabilidad de dirigir el Partido. Tres excelentes candidatos, no uno, ni dos, sino tres, que son muestra de nuestra fortaleza y lanzan un mensaje de calma y sosiego a la sociedad.
Y en ese panorama, en esa película que empezamos a proyectar que, repito, no es ni trascendental, ni traumática, ni trágica y sin visos ni ingredientes, si somos medianamente inteligentes, para llegar a una ruptura: quienes pierdan que se sumen a quien gane, pues un servidor que, por sus actuales ocupaciones humanitarias, no puede, no quiere aspirar a ningún cargo orgánico ni institucional (pero que tiene todo el derecho a manifestar libre y públicamente sus ideas políticas al amparo de la sabia Constitución que nos da cobijo) sí quiere expresar, con voz alta y notoria, su apoyo, “mi lanza pacífica a favor de Susana Díaz”, por su carisma, poderío, capacidad de liderazgo, fuerza de convicción y cercanía con la gente… además, si así os parece oportuno que lo indique, por su condición de relevante socialista, su condición de andaluza ejemplar y, por encima de todo, su condición de mujer comprometida con la igualdad.
¡Qué gran Secretaria General del Partido Socialista sería si así lo decide la militancia! Poseedora de los elementos adecuados, la energía precisa como para hacer posible, para propiciar también en su momento, si menester fuera, un gobierno en España progresista, solidario y ampliamente solvente.
Vaya, que me apunto a un equipo de apoyo a la candidatura de Susana Díaz e invito a que se unan los compañeros y compañeras que compartan estas sencillas reflexiones.
Perdón, un añadido, entiéndanse estas palabras como un respaldo claro al Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Ronda.