Estamos en época de cambios políticos en los Estados Unidos de América del Norte. Donald Trump es ya su 36-avo presidente electo, y el 45-avo inquilino de la Casa Blanca, y no sabemos cómo afectará su mandato en el desarrollo de la ciencia y la tecnología en este país, y en particular a la Astronáutica, en el organismo que la desarrolla, la NASA.
Antes de continuar, voy a aclarar un detalle, porque tal vez algunos lectores se pueden estar preguntando por qué esa diferencia entre presidentes electos e inquilinos de la Casa Blanca: esto es debido a que algunos presidentes que han asumido ese cargo sin haber salido de unas elecciones, sino por sustitución temporal de un presidente elegido, en caso de muerte, renuncia o destitución del mismo.
Semblanza de Donald Trump
Comenzaremos pergeñando unas líneas de opinión sobre el flamante Jefe del Estado y del Gobierno de los EE.UU., el señor Trump. Y es que mucha tinta ha corrido ya sobre este rico político norteamericano, desde su designación electoral el 8 de noviembre pasado y elección certificada formalmente por el Congreso el 6 de enero (festividad de los Reyes Magos en España), hasta el momento: Desde su populismo de derechas, su carácter dictatorial, machista y autoritario, hasta su inmenso patrimonio económico, como uno de los magnates inmobiliarios más poderosos del país, pasando por sus más que aparentes simpatías con el actual presidente ruso, Vladímir Putin. Circunstancia, esta última, que justificaría la tan cacareada injerencia de Rusia en el resultado electoral norteamericano, que llevó al fracaso a la candidata demócrata Hillary Clinton; ordenada, dicen, por el propio presidente ruso.
Lejos quedan ya, al parecer, aquellos tiempos belicosos entre las dos grandes potencias mundiales, e incluso la subsiguiente «Guerra Fría», que tanto tiempo mantuvo en continua alerta durante gran parte del siglo XX, a países del este y el oeste, a una y otra parte del llamado «Telón de Acero» (término acuñado por el que fuera primer ministro del Reino Unido, Sir Winston Churchill).
Tensiones y pulsos políticos y de poder que incluso se pusieron de manifiesto en los avances de uno y otro lado en la conquista del espacio, batalla en la que la extinta URSS solía llevar la voz cantante, hasta que un golpe de suerte, y de financiación económica «in extremis», puso a los primeros hombres en la Luna. En este aspecto fue positiva esa disputa o contienda no bélica.
Y esperamos que en la nueva era que se avecina, los dirigentes de turno de uno y otro lado del globo terráqueo no desentonen y, por el contrario, unan esfuerzos en pro de un desarrollo sostenible que nos lleve a muchos logros en los descubrimientos del Universo en las próximas décadas que, en definitiva, es lo que nos interesa desde el punto de vista de este artículo.
Elon Musk y su sintonía con Donald Trump
Al parecer, el señor Trump es bastante ambicioso en todos los aspectos (y extravagante a la vez), y por otra parte, le ha salido un socio en esto de la Astronáutica que no le va a la zaga. Este personaje se llama Elon Musk, y quiere comenzar la colonización de Marte en 2022.
Este científico y financiero sudafricano, nacionalizado estadounidense, es propietario de la empresa de fabricación de coches eléctricos Tesla Motors, fundador de la compañía de transporte aeroespacial SpaceX, y cofundador de la reconocida firma de comercio electrónico PayPal, entre otras sociedades.
Pues bien, el señor Musk pronunció una conferencia en el Congreso Internacional de Astronáutica, celebrado en Guadalajara (México) el pasado mes de septiembre de 2016, en la que expuso su ambiciosa empresa de iniciar en la próxima década viajes multitudinarios a Marte, mediante naves que transportarían entre 100 y 200 personas cada 26 meses (período que tarda dicho planeta en alcanzar la distancia mínima con la Tierra, a través de sus respectivas órbitas).
El científico aseguraba que «cualquier persona con unos días de entrenamiento podría trasladarse al planeta Rojo, en un viaje que costaría entre 88.000 y 170.000 euros, dependiendo del equipaje que llevara. Y entre 40 y 100 años lograría implantar en Marte una comunidad auto sostenible de no menos de un millón de personas, mediante una flota de 1.000 naves interplanetarias. Afirmando además que el regreso sería gratis para aquellos que lo desearan.
Su charla, titulada «Haciendo a los humanos una especie interplanetaria», fue una de las más esperadas y concurridas del congreso y en ella, el conferenciante expuso detalles de cómo las naves serían impulsadas por etapas: la primera la llevaría a una órbita terrestre, y el chote impulsor volvería a la base para llevar una nueva carga de combustible a la nave, la cual emprendería ya su camino hacia Marte, en cuyo final de trayecto desplegaría unos paneles para ayudarse también de energía solar.
Añadió que «el proyecto daría trabajo a muchas personas, ya que contaría con empresas de fundición de metal, pizzerías … lo que sea, para lograr la colonización del planeta», apostillando que los primeros pobladores de Marte deberán tener «espíritu aventurero, talento y ganas de crear algo nuevo y ser parte de la fundación de esta nueva civilización», puntualizando, como hemos dicho antes que «Quien desee volver a la Tierra podrá hacerlo de manera gratuita». Lo que parece ser que no explicó es cómo. Lo cual no deja de ser gracioso. Tal vez porque él mismo dijo desear «morir en Marte».
Finalmente, para aquellos que quieran profundizar más en este tema, pueden ver el siguiente vídeo de SpaceX (Interplanetary Transport System): https://youtu.be/0qo78R_yYFA.
O en este otro enlace, explicado en español: https://youtu.be/PWHslguw-eY.