El pasado día 20 de diciembre de 2015, parece ser que los españoles les dijimos a los políticos: ¡Hagan juego, señores! Como si de un croupier se tratara, ante una ruleta (llamada discordia) en un casino (llamado España).
Al menos así parecen habérselo tomado los que finalmente consiguieron escaños en el Parlamento tras las últimas Elecciones Generales, como si de un juego se tratara. Eso sí, no como un juego de azar, sino como un entretenimiento cargado de personalismos y ansias de poder, incluso a costa, no ya de los intereses de la Nación y sus ciudadanos, sino de los propios militantes de sus respectivos partidos.
Pero señores: ¡No va más! La ruleta que no quiso poner en marcha Mariano Rajoy en un principio, porque sabía que perdería la jugada; comenzó a girar finalmente con un soplo de esperanza por parte de Pedro Sánchez, quien confiaba en un posible acuerdo con… casi todos los demás.
Pero no, si algo positivo ha habido en todo este tiempo (y van cuatro meses), ha sido el “firme” acuerdo entre PSOE y Ciudadanos (pensando los primeros en que conseguirían atraerse a las demás izquierdas, nacionalistas, separatistas… y demás …istas; y los segundos en “mover” al PP hacia un acuerdo tripartito, que desplazara cualquier posibilidad de acercamiento a Podemos. Mientras, estos últimos, hacían el boicot a Ciudadanos, y el PSOE hacía lo propio con el PP. En fin, un problema con una solución imposible.
La ruleta, lógicamente sigue girando, con un fin de recorrido ya previamente establecido por las normas del juego, pero estamos casi seguros que se parará apuntando a un espacio donde no hay fichas.
Algunos apostaron muy fuerte, viéndose ya con un reparto de prebendas, pero se han desvanecido sus aspiraciones (Podemos). Otros lanzaron un órdago, que no se lo creían ni ellos mismos (PSOE). Los terceros (cuartos, mejor dicho), se han mantenido en terreno de nadie, unidos mediante documentos a los del farol, pero siempre mirando a su derecha, un poco por ideologías, pero también por razonamientos lógicos de acercamiento a la lista más votada (Ciudadanos). Por último, éstos, los de la lista más votada, se han mantenido demasiado pasivos, como pensando que todo lo tenían ganado por ese mayor número de escaños que, sin embargo no alcanzaba a nada por sí solos ni acompañados.
Después del fracaso de Pedro Sánchez en su intento de investidura, se esperaba un repunte de Mariano Rajoy, pero las circunstancias no le han sido nada favorables, ni con los demás, ni con los suyos propios. Se han dormido todos en los laureles (qué digo laureles, vergüenzas), y ni siquiera se han despertado ante la llamada de atención del Rey, citándolos nuevamente a consulta, sino todo lo contrario, parecen estar en huelga de brazos caídos, pensando ya en que en unas nuevas elecciones les irá mejor a todos (cosa lógicamente imposible).
Parece definitivamente que el juego ha terminado. El Rey (las instituciones) detendrá la ruleta. Señores ¡No va más! Hasta aquí hemos llegado.
La situación no es dramática, pero ni mucho menos tranquilizadora. Porque, si Dios no lo remedia, habrán nuevas elecciones, y su resultado no se prevé muy diferente al de las anteriores. Y entonces, salvo que Felipe VI nos sorprenda con algún as que guarde en su manga, que por otra parte sería una oportunidad para reforzar la Monarquía, como la tuvo su padre en otra difícil etapa de nuestra historia reciente, la situación sería ya insostenible.
Esperemos que pueda haber algún “triste acuerdo” antes del día 2 de mayo. O si no, que a la segunda vaya la vencida. Porque no habrá tercera. Ya sería demasiado.