Don Luis es madridista, de los de antaño. De los pocos que aún recitan de memoria y con tono melancólico aquello de Betancort; Pachín, De Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco; Grosso, Veloso, Velázquez, Amancio y Gento. Julián, del Atleti. Ambos están eufóricos por las victorias europeas de esta semana. Ven juntos el sorteo de semifinales
—Yo era de los que pensaba que había que vender a Ronaldo, pero la verdad es que esta semana ha dado el callo —, dice don Luis.
Julián calla. Está nervioso. Es de un equipo que no está acostumbrado a estos trámites a estas alturas, aunque el Cholo Simeone se empeña en corregir esa parte de la historia
—Ahora es cuando al Madrid le toca el City y con la vuelta en casa —, afirma con amargura Julián, quizás intentando gafar un pronóstico que se convierte en realidad a los 20 segundos.
—¿Ve usted? Si es que no puede ser.
Instantes después se confirma que su equipo, el Atlético de Madrid se enfrentará al Bayern de Múnich de Guardiola y que la vuelta del encuentro tendrá lugar en Alemania.
Don Luis se ríe a carcajada limpia, mientras Julián le recuerda que no hace mucho también rieron con su sorteo y poco faltó para que saliera el tiro por la culata. Tuvieron que recurrir de nuevo a sesiones de espiritismo. La conversación sosegada y reflexiva de otras tardes se convierte en visceral cuando ambos hablan de fútbol.
Pero a los 15 minutos Julián cambia de opinión.
—Pues hay que ver qué mala suerte que han tenido estos alemanes. El pobre Guardiola se tendrá que ir de Alemania sin la Copa de Europa.
—Eso es, amigo —responde don Luis— nos veremos en la final de Milán, sin duda.
—De eso ni hablar. Mandamos al Kun Agüero de Erasmus a Manchester para días como este. Ahora nos tiene que devolver todo lo que le dimos.
—Pues a ver si vais a dejar de ser tan incómodos con estos alemanes y os vais a llevar un saco —, contesta contrariado el hombre mayor.
La discusión sigue y sigue durante horas. Evidentemente no se ponen de acuerdo. Don Luis apela a que es “más madridista que don Santiago” y Julián dice que “blanco ni el orujo”, como el Pechuga San Román. Aunque dimitan ministros, el fútbol en este país sigue siendo la cosa más importante de las menos importantes.