Más de un mes después de celebrarse las elecciones generales, por fin parece que tenemos un candidato a la presidencia del Gobierno de España, que es lo menos que se debería esperar de nuestros políticos.
El Rey Felipe VI, ha mandatado al candidato socialista, Pedro Sánchez, para que sea el responsable de intentar componer un puzzle harto complicado. Rajoy dio un paso atrás, tan prudente como criticado y llega el momento en el que el Pedro Sánchez tendrá que demostrar una talla política que hasta ahora se le supone, pero todavía está por demostrar.
No será fácil, en su propio partido hay más que dudas sobre la conveniencia de un posible pacto con Podemos, que ya ha puesto algunas cartas sobre la mesa, cartas que son más que exigentes en algunos detalles y en todo caso tendría que contar con el apoyo de los nacionalistas del PNV y la abstención de los grupos independentistas catalanes.
Por tanto, al candidato le queda mucho trabajo que hacer. La mayoría de los españoles no quiere nuevas elecciones pero miran con recelo ese posible acuerdo entre PSOE, Podemos y la amalgama nacionalista que tiene la paradójica virtud de unir más de lo que separa. El 90% de los españoles estamos en contra de que España se divida en porciones como si fuéramos aquel famoso envase de queso en trozitos que tanta publicidad acaparó en los años 70 y 80.
Queda al menos un mes, una eternidad en política, y desde los partidos políticos harían bien en mirar por una vez, que las soluciones se tienen que buscar en clave global y nunca en el interés personal de uno u otro candidato.
