Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, coherencia es “la actitud lógica y consecuente con una posición anterior” y, por tanto, coherente es todo lo que está de acuerdo con esa actitud.
Esto se puede aplicar a todos los campos o actividades humanas: sociales, científicas, laborales, políticas, etc. Y no significa necesariamente obrar según nuestros sentimientos de forma invariable, sino que a veces hay que ceder y doblegarse ante situaciones o evidencias, que obligan a un comportamiento diferente a nuestro parecer o ideas anteriores, pero sólo por un razonamiento contundente o una necesidad perentoria.
Con estas consideraciones, vamos a ver qué sería coherente o no a la vista de la actual situación entre los diferentes grupos políticos en España, después de los resultados electorales del 20 de diciembre, desde un punto de vista lo más imparcial posible.
Lo más coherente sería ante todo la defensa de los intereses de España (no siempre de acuerdo con la elección de la mayoría de los ciudadanos, pero que en democracia hay que acatarla).
En primer lugar, el Partido Popular es el que ha obtenido un número más elevado de votos (y de escaños), fruto de un mayor respaldo o confianza del pueblo. Por tanto debería gobernar, con los apoyos y discrepancias, según los casos, de la mayor o menor afinidad de la oposición, que serían todos los demás. Eso es coherencia.
En segundo lugar, el Partido Socialista Obrero Español, como segunda fuerza en el Parlamente, tendría que ejercer de árbitro y vigilante principal ante las maniobras del gobierno y proponer las mejores soluciones ante situaciones difíciles, siempre mirando el bien y la unidad del país y sus ciudadanos.
Como tercera fuerza más votada tenemos al emergente grupo de Podemos (tanto en solitario, como unido a sus socios gallegos, catalanes y valencianos) que, por una parte deben pleitesía a su electorado, pero por otra deben ser consecuentes con la situación general y generada (no solo la propia).
Luego tenemos a Ciudadanos, grupo también innovador que ha obtenido un razonable respaldo ante la inconformidad ciudadana con las políticas anteriores un tanto absolutistas, que también deberían actuar como juez y mediador en las tareas de gobierno.
Finalmente, otros partidos minoritarios y regionales, aunque su peso es menor, también deberían velar por el bien común, aparte de intereses territoriales que, por otra parte. también son respetables, siempre que sean legales.
Todo esto me parece coherente. Incluso ceder en las ideologías propias de cada partido, por radicales o distintas que puedan parecer entre sí, sería consecuente con la situación, pues no debe confundirse coherencia con intransigencia en sus doctrinas o pensamientos.
Lo anterior puede parecer utópico, pero más irreal sería obcecarse en posiciones obstructivas que no llevan a ninguna parte. Y siguiendo con utopías, ¿saben qué sería coherente? Se me ocurre que a la vista de los resultados electorales y tras las entrevistas con su Majestad el Rey de las diferentes fuerzas políticas, éste sopesara las diferentes alternativas posibles y/o razonables de coaliciones y proponerlas a los ciudadanos para su elección en una especie de plebiscito posterior. Esto no creo que esté considerado en ningún país del mundo, pero sería parecido (y más plural) que las elecciones en segunda vuelta, como está previsto en las presidenciales francesa o argentinas, por ejemplo.
Utópico es también ser apolítico, porque todos tenemos más o menos nuestras preferencias, pero sería la mejor condición para poder criticar negativamente todo lo que no gusta y exaltar todo lo que parece bueno, venga de donde venga y tenga el color que tenga, sin estar sometido a cegueras ideológicas que no dejan ver más allá de nuestras propias narices.
En fin, que se llegue a la mejor solución, pero terminemos con un poquito de humor, aunque pueda parecer un tanto irrespetuoso o grosero.