Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra patriota significa: “Persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”.
Por cierto que, analizando un poco esta palabra desde el punto de vista gramatical, no tiene género (o pertenece al género común). Es decir es invariable y sólo indica el género o sexo el artículo o adjetivo que la acompaña: el patriota o la patriota, buen patriota o buena patriota. No existe la palabra “patrioto”; es ridículo, lo mismo que es ridículo utilizar el supuesto femenino de la palabra miembro (“miembra”), como ha sido usado en alguna ocasión por cierta político (no cierta política), que se pasó de exceso de supuesto feminismo gramatical. Pues la palabra miembro también es del género neutro: el miembro o la miembro, cuando indica componente de un grupo, o del género epiceno: el brazo es un miembro , la pierna es un miembro…, con sustantivo y artículo invariables, cuando expresa parte de un cuerpo.
Bien. después de haberme “ido un poco por las ramas” gramaticales, y volviendo a la definición de la palabra patriota, ésta es totalmente cierta y realista, por más que algunos quieran tergiversar esa realidad o pensar que la realidad es otra, por trasnochadas tradiciones, costumbres o influencias de ciertos grupos sociales y/o políticos.
Nada de eso. Se puede ser muy patriota siendo una persona humilde, pacífica y sociable. Igual que se puede ser antipatriota siendo militar, beligerante y, por supuesto, siendo fascista o facha (sinónimos de una misma condición totalitaria).
Así, durante el período de dictadura franquista, después de la Guerra Civil Española (la más incivil de todas las guerras), siguieron existiendo patriotas y antipatriotas en uno y otro bando, dentro de nuestras fronteras y en el obligado exilio para preservar la vida, en cada una de “las dos Españas”, como se decía habitualmente a la división, no geográfica sino ideológica, en que estaba fragmentada nuestra nación.
Afortunadamente, las fuerzas vivas del país de la época, supieron llevar a cabo la transición de la dictadura a la monarquía parlamentaria y democrática de una forma ejemplar para el mundo entero. Y el paradigma de las dos Españas fue desapareciendo poco a poco; cosa que recientemente parece emerger de nuevo ante una situación política un tanto alarmante.
No se puede ser patriota si se reniega precisamente de la patria (de su nombre en particular), de su bandera o de su himno (independientemente de los “colores” o “sonidos” ideológicos), porque estos símbolo representan a la patria, creo que indiferentemente de que ésta sea administrada por regímenes dictatoriales o democráticos, monárquicos o republicanos.
En este aspecto nos dieron ejemplo los franceses (tal vez no todos lo eran), cantando la marsellesa al ser desalojados del campo de futbol de Saint-Denis, ante una eventual amenaza terrorista. También vemos en Inglaterra (Londres) su bandera y su calificativo “royal” por todas partes (como diríamos en España: “hasta en la sopa”), y se ofrecen los más inverosímiles objetos (paraguas, calzoncillos, bragas o sujetadores) con la enseña nacional, como souvenirs a los turistas, cosa que en España sería tachado de facha por muchos, cuando debería ser un orgullo.
Algunos dicen: “No. Yo es que soy ciudadano del mundo”. Y queda como muy bonito, bohemio, libertario y pacifista (hippy, contracultural). Pero no se puede amar al mundo en general si no se ama primero a tu país. No se puede defender a una región o individuo en el otro extremo de nuestro planeta si no defiendes antes lo que, y a quien, tienes más cerca y, en definitiva y en último extremo, si no te defiendes y amas a ti mismo, respetando al propio tiempo a todos los demás.