Los españoles estamos llamados este domingo a las urnas para elegir a nuestros representantes en el Congresos y el Senado, que serán los encargados de dirigir los designios de este país llamado España en los próximos años. Toca votar.
Los lamentos de la barra del bar quedan muy bien para desahogarse, aunque cuando llega el momento de depositar la papeleta en las urnas es el instante de elegir la opción que más nos convenza. Quedarse en casa no vale para nada.
Podemos reconocer que los partidos no siempre cumplen lo que prometen, pero esa debe ser precisamente la fuerza del ciudadano a la hora de dar su voto, ser capaces de analizar lo prometido en otras ocasiones, discernir lo cumplido, ver lo ofrecido en esta ocasión y tomar una decisión en conciencia.
Quedarnos en casa con nuestro cabreo solo puede valer para que nos impongan aquellas políticas con las que no estamos de acuerdo. Además, es recomendable que los políticos sepan que el ciudadano analiza y, llegado el caso, castiga esos engaños.
Los ciudadanos tenemos que ser capaces de alejarnos de los grandes titulares generalistas con los que nos bombardean los diferentes candidatos desde las televisiones y que suelen concretar poco o nada, por no hablar de aquellos debates sin sentido y que son más parecidos a una ‘pelea de gallos’ que al fruto de intercambios de propuestas.
Incluso si las propuestas de ninguno de los partidos convence, acudir a las urnas y dejarlo claro con un voto nulo o blanco es la mejor de las opciones.
Tenemos que tomar conciencia de la importancia que tiene nuestro voto, el único arma que tenemos para premiar o castigar aquellos que nos gobiernan. Por ello, aunque no sea obligatorio, es necesario votar.