En su primera entrada en el salón de plenos tras la exigua victoria en las elecciones municipales, con conciencia o sin ella, la señora alcaldesa ya había decidido prescindir de los veinte concejales restantes. Ni siquiera los propios evitarían el arrumbe, buena prueba de ello fue la reserva para si de la delegación de Urbanismo dejando obras, quedándose también con economía delegando hacienda.
«La señora Fernández necesita tres intentos para hacer algo bien, lleva dos mandatos, aún queda un tercero para que esté a la altura»
Su primera medida fue desalojar la parte del salón que durante años había sido espacio natural de los concejales. Todos ellos fueron trasladados a la zona de público dejando para ella un inmenso espacio libre nítidamente separado de concejales y de ciudadanos asistentes. Mesa aparte, entre dos técnicos a modo de guardaespaldas y sobre un pequeño escalón que proporciona cierta prominencia. Escalón tan fácil de subir como difícil de bajar, mantenerse debajo pudiendo subirlo es algo realmente difícil, reservado a pocos y no es el caso.
Al bloque de concejales los ubicó, a modo de parapeto defensivo, interpuesto entre los ciudadanos y ella. Con ello reducía el espacio para la gente y sentaba las bases visuales de lo que sería su segundo mandato. Alto y claro: ella baila sola.
Aún quedaban los flancos del salón donde los asistentes la divisan más que verla, a la vez que se entretienen con los cogotes de los concejales desplazados, para ello dispuso una grada alta para los señores concejales. Poco importaba dividir los grupos, sí ella puede gobernar sola, los portavoces no necesitan comunicarse con sus compañeros.
Ahora sí que el parapeto marcaba una distancia entre ella y la gente. Ya no serian los cogotes lo admirado, el final de la espalda, donde esta pierde su nombre, es la visión del ciudadano que ose asistir a un pleno.
Después se extraña que el resto de partidos no vote sus jugueteos urbanísticos, es a sus compañeros y les cuesta trabajo. Los concejales del Partido Popular ganaron unas elecciones para hacer de público de la señora Fernández.
Mención aparte merece el modo de actuar que exhibe la señora Fernández; frente al clásico orden de pensar primero, decidir luego y ejecutar después. Antepone decisiones y ejecuciones a pensamientos y análisis, es obvio que el primer cambio de decoración no lo pensó bien y parece que el segundo tampoco convenció a nadie. La señora Fernández necesita tres intentos para hacer algo bien, lleva dos mandatos, aún queda un tercero para que esté a la altura.