Durante la dominación nazi los médicos de Hitler hicieron experimentos con miles de prisioneros para probar toda clase de productos químicos y otros para saber qué efecto producían en los seres humanos.
Las pruebas nazis en seres humanos consistieron en una serie de experimentos médicos en miles de prisioneros en sus campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Los prisioneros eran mayormente judíos, gitanos, rusos y españoles. Por lo general, los experimentos resultaron en la muerte, desfiguración o discapacidad permanente, y por lo tanto son considerados ejemplos de tortura médica.
El médico más criminal fue Josef Mengele, que condujo experimentos en el campo de concentración de Auschwitz. También Eduard Wirths, Aribert Heim, Carl Vaernet. Después de la guerra estos crímenes fueron juzgados en lo que se conoció como el Juicio de los Doctores. El rechazo a sus crímenes llevó al desarrollo del Código de Núremberg sobre ética médica. Los experimentos nazis buscaban erradicar a quienes consideraban inferiores y garantizar la supremacía de la raza aria que era el objetivo de los nazis. Las personas que no cumplían dichas características debían ser eliminadas. En los campos genéticos se hacía gran cantidad de experimentos, entre los más crueles y aberrantes se encuentra la fertilización in vitro con esperma de simios a mujeres que eran consideradas inferiores. A gitanos, mellizos y gemelos les abrían el cráneo sin anestesia y manipulaban su cerebro. Para detener una epidemia de tifus en Auschwitz el fascista Mengele envió a las cámaras de gas a 1.600 hombres, mujeres y niños simplemente por tener síntomas.
El “ángel de la muerte” tenía especial interés por estudiar a los gemelos y aquellos que tuvieran deformidades físicas. Mengele inyectó sangre de un gemelo a otro y registró las reacciones producidas, las cuales consistían invariablemente en cefaleas insoportables y fiebres que duraban varios días. Para determinar si el color de los ojos podía ser alterado genéticamente, inyectó soluciones colorantes en los ojos de muchos que se quedaron ciegos. Después de que toda la información necesaria era recopilada, los gemelos eran asesinados con una inyección de cloroformo directamente en el corazón.
Para descubrir hasta donde los humanos podían soportar condiciones extremas de congelación e hipotermia muchas personas fueron introducidos vivas en congeladores gigantes. La mayoría murió de frío o por enfermedades relacionadas a las bajas temperaturas como gripe, bronquitis y asma. Sádicas esposas de los fascistas nazis hicieron lámparas con la piel de las víctimas del holocausto. Cuando los aliados liberaran el campo de concentración de Buchenwald, periodistas y soldados relataron que encontraron varias lámparas, las cuales decían los prisioneros habían sido construidas con la piel de sus compañeros de presidio por orden de Ilse Köhler, esposa del comandante nazi Karl Koch, quien fue acusada además de hacer toda clase de objetos con partes humanas. En 2007, 60 años después del holocausto, a la casa de un periodista llegó una lámpara que según su remitente había sido hecho con piel humana. Un examen de ADN lo confirmó. El cobre y el hilo coincidían con los que eran obligados a fabricar los prisioneros. En muchos casos se mutilaba a un preso, vivo y sin anestesia, para trasplantar sus extremidades a otro para saber si se podían trasplantar extremidades.
Ahora 70 años después en España todavía seguimos sufriendo las consecuencias del nazi-franquismo. Por intereses espurios el 23F se eliminó a los que de verdad creyeron en la democracia y se nos impuso lo que tenemos. Una de sus consecuencias es que increiblemente aquí y ahora hay un médico de alto cargo que además de tener la cruz gamada nazi en su ordenador y de tener en su mesita de noche el Mein Kampf, también alardea de que la medicina ha avanzado tanto gracias a aquellos experimentos nazis.
La nueva forma de nazi-fascismo que es la corrupción y el latrocinio también ha llegado a anidar en muchos profesionales, directivos y sindicatos cuya principal función debe ser cuidar de la salud de la sociedad. Así acosan o desprestigian anónimamente con métodos fascistas a quienes no quieren entrar en el juego de las múltiples formas de corrupción, favores o prebendas, que siempre repercuten en un peor cuidado hospitalario de los enfermos.
Los médicos nazis manipulaban a los prisioneros a su antojo, quitaban y ponían órganos a su capricho para sus criminales experimentos, ahora la jerarquía hospitalaria rechaza que se acepten órganos para transplantes, mientras permite y comparte los turnos de 32 horas y la venta de lechugas, frutas y otros productos por pasillos y dependencias sin control ni legalidad ninguna con el beneplácito de algunos sindicatos a su servicio.
Después de 78 años el nazi-franquismo sigue sin que tengamos ni verdad, ni justicia ni reparación.