El descalabro de Rato es síntoma del fin de una era. La etapa que para los de Podemos ha sido la era de “La Casta”, otros preferimos aquello de “la antigua política”.
Hubo un tiempo en que los hombres optaban por introducirse en el mundo de la política para beneficio personal, para “colocarse”. Eso se va acabar, o al menos queremos que se acabe y parece que hay algunos decididos a hacer posible ese cambio.
Otros simplemente se han resignado. Las ventajas se han acabado, la crisis también ha llegado a estos privilegiados. Ha tardado, pero los estamos obligando y se están obligando entre ellos.
Rato fue para muchos “el mejor ministro de economía de la historia”. Eran los tiempos de la burbuja, de la felicidad, del Mercedes aparcado en la puerta de casa.
Pero todo aquello fue un engaño. Rato ha sido una estafa, fue el lobo guardando a las gallinas en el tiempo en el que todo aquello valía, pero no todos tenían acceso a esos privilegios. El paradigma ha cambiado mucho en poco tiempo. Los hechos son muy recientes y no se escapan a la sincronía que siempre ha de haber entre justicia y tiempo.
Muchos sospechosos intentan justificar estas prácticas con argumentos de ese tipo: “un tiempo en el que eso valía”, “algo generalizado”… un servidor público no tiene que ser honrado, tiene además que parecerlo.
Sinceramente, creo que en el caso de alguien que sirve a los demás la transparencia tiene que ir un paso más allá. Con los precedentes que hay, no me parece descabellado que ante la duda, un dirigente ha de ser capaz de demostrar su inocencia, no el resto probar su culpabilidad.
Y así estamos llegando a Mayo y aún sin fecha para las generales. El futuro se presenta incierto y apasionante. Los partidos del viejo régimen achican aguas a la desesperada mientras que los nuevos partidos se hacen mayores a la vez que también les aparecen algunas imperfecciones y vicios de sus hermanos mayores.