La llaman la Novia de Ronda, y solo al asistir al momento de su salida puede comprender uno el por qué de este apelativo. La Virgen de la Esperanza congrega al inicio de su recorrido del Miércoles Santo, que realiza junto a Nuestro Padre Jesús en la Columna, a una de las mayores muchedumbres que puede verse cada Semana Santa rondeña, en una procesión que está más ligada que ninguna otra al barrio desde el que parte, el populoso San Cristóbal.
Otra prueba de la devoción que levanta la Hermandad de la Columna entre los rondeños es el hecho de que se trata del desfile con un mayor número de penitentes, 725, mientras que el número total de hermanos asciende hasta los 1.250.
La cita estaba fijada para las 20:15 horas de la tarde, aunque el comienzo se hizo de rogar unos minutos. En el interior de la iglesia de San Cristóbal se ultimaban los detalles con un gran celo, hasta el punto de que los responsables de la hermandad no dejaban entrar a nadie que no tuviera papeleta de sitio, ni siquiera a la prensa.
Por fin, las puertas que permanecían cerradas a cal y canto se abrieron para que los penitentes iniciaran su largo discurrir. En una carpa situada junto al templo aguardaban los sagrados titulares, que se desde allí se incorporaban a la comitiva seguidos por la Banda Municipal Aureliano del Real y la Banda de Música Arunda, las dos agrupaciones locales.
Al paso de Nuestra Señora de la Esperanza, una talla que data de 1953, desde un edificio de pisos cayó una lluvia de pétalos, al grito de “¡Viva la Novia de Ronda!”. Un ritual que ya se ha convertido casi en una tradición cada Miércoles Santo. Por su parte, Nuestro Padre Jesús en la Columna, que fue restaurado en 1994, fue el destinatario de la marcha “Héroe”, compuesta en su honor por la Banda Municipal.
No fue la única novedad de la noche. El trono de la Virgen también estrenó una campana realizada en bronce, y los hermanos lucieron túnicas nuevas, aunque sin alterar los colores blanco y verde característicos de la agrupación
Silencio
Tres toques secos de aldabón a cargo de un hermano elegido por la Hermandad del Cristo de la Sangre llaman al silencio. Es Miércoles Santo en el casco antiguo se apaga para recibir el paso de esta cofradía de largas filas de penitentes en las que llaman la atención de los congregados los penitentes que cargan un pesada cruz y arrastran unas enormes cadenas que dejan un peculiar sonido al rozar con las calles y, especialmente, cuando lo hacen con los adoquines.
El Silencio está en la calle para comenzar el recorrido que le llevó desde la colegiada de Santa María la Mayor, este año alumbrada su salida con antorchas, hasta su paso por tribuna, situada en la céntrica plaza del Socorro, y su posterior regreso a su templo. Un silencio que solo se rompía por los cantos gregorianos que por segundo año acompañaban al Cristo de la Sangre, tras la buena aceptación de la prueba que se hizo el pasado año.
La vista de la calle Virgen de la Paz apagada y solo alumbrada por los cirios que portan por nazarenos, con la imagen del dorado e iluminado trono al fondo también dejó otra imagen espectacular.