Llegan las elecciones y los políticos vuelven a la calle, al contacto directo con el ciudadano, a querer conocer sus necesidades, pasean por el zoco y hasta son capaces de darse una vuelta por la barriada a Las Peñas, vídeo incluido, aunque los vecinos digan que hace años que por allí no aparecía ninguno, ni de izquierdas, ni de derechas, ni nacionalista, ni de centro.
Si usted organiza en estos días una merienda con amigos y quieren contar con un político, no lo dude, curse la correspondiente invitación y seguro que las diferentes formaciones se afanarán en enviarle a alguno de sus representantes. Eso sí, cuente con que será obligatorio hacerse la fotografía de turno y que la misma sea difundida por el correspondiente gabinete con un titular que diría algo así como: “Reunidos con la familia González para conocer sus proyectos e inquietudes para nuestra ciudad”.
Decía un amigo de la capital que no hay fin de semana que se digne ahora en Málaga sin reparto de folletos políticos en el mercadillo, aunque el resto del año sea casi imposible encontrarse a un político por los puestos de lo que en estas tierras llamamos zoco.
Pidan ustedes, no se corten, estamos que lo tiramos. Además, como si una especie de aladín se apareciese en los meses próximos a las distintas elecciones, el dinero que no existía aparece de repente. Nos regalan obras de todo tipo, reformas de parques, se terminan edificios o nos echan unos kilómetros de asfalto.
Y mientras tanto, los nuevos políticos, los que aspiran a ser parte de la casta que tanto detestan, nos prometerán que ellos son distintos, y con ese mensaje nos los tenemos que creer. No se le ocurra a usted pedir que expliquen cómo van a hacer ciertas cosas, porque entonces usted pasará a ser casta que quiere defender al corrupto sistema. Ellos tienen presunción de veracidad absoluta.