Aunque nadie o muy poca gente es consciente de ello, sólo una pequeña parte de la información que obtenemos o transmitimos a nuestros interlocutores procede de las palabras. La mayor parte de lo transmitido se propala mediante el lenguaje no verbal; es decir, gestos, apariencia, postura, mirada y expresión. Casi toda esta información se produce y se capta a través del inconsciente y en términos coloquiales y sencillos lo llamamos impresión. Muchos dichos y hechos están relacionados con los actos de ser y aparentar: no es oro todo lo que reluce, no solo hay que ser sino parecer, las apariencias engañan, dime con quien andas y te diré quien eres, la buena apariencia es sinónimo de decencia, etc., ciertamente las apariencias engañan y casi siempre el perjudicado es el aparente.
Lo que llamamos genes producen mucho material en la forma de ser de las personas, pero igualmente es importantísima la infancia que hayas tenido, digamos que una persona cuando tiene siete u ocho años ya ha vivido bastante como para haber mamado lo suficiente de lo que será el resto de su vida. Esa no es la formación porque ese periodo es posterior, pero ya tendrá existiendo dentro de si al personaje que le acompañará el resto de su vida, todo lo demás serán modulaciones.
A veces, dentro de esa piel existe un personaje que se creerá poseedor de capacidades que no ha llegado a adquirir y por lo tanto las suplirá fingiendo. Esta ficción está referida a valores que él cree de utilidad y atractivos como, hablar con finura creyendo que eso es hablar bien, conducir un coche último modelo aunque sea de quinta mano, llevar zapatos con algo de tacón para aparentar estatura o llevar gafas oscuras revestidas de dorado, lo cual en la mayoría de los casos, yo diría en casi todos, convierte al personaje en un desarreglado que canta lo contrario de lo pretendido.
Muy a menudo, el efecto de este lenguaje corporal que tiene lugar a nivel del inconsciente, nos lleva a la conclusión de que esa persona no es de fiar o no nos gusta sin que podamos explicar el motivo exacto. Lo más que podemos decir es “tiene algo que no me gusta”. Ese algo procede, casi con toda seguridad, de lo que su lenguaje corporal nos ha transmitido. Aunque no se pretenda, con nuestro presencia transmitimos a los demás mucho más de lo que nosotros creemos, naturalmente que depende de quién tengamos delante porque nuestras respuestas responden a los estímulos de nuestro interlocutor y en circunstancias diversas. Es como si ante los demás, estamos sometidos a la llamada Máquina de la Verdad y nuestra actitud dependiendo ante quién, nos convierte en una especie de Radar que transmite como si fuera una emisora. Nuestras emociones se ven influidas por otras personas sin necesidad de decir una sola palabra, pues puede bastar una determinada postura, mirada y gesticulación para hacernos sentir incómodos, nerviosos o enfadados, o bien alegres, joviales y optimistas. Por supuesto, esto no quiere decir que nuestro interlocutor vaya a captar toda la información que estamos transmitiendo; pues la regla de, ver para creer, está un poco tergiversada y mas bien, hay primero que creer para después poder ver, el grado en que lo haga dependerá de lo bueno que sea a la hora de interpretar este lenguaje y de la atención que se preste. En sentido positivo muchas personas obtienen provecho de ver como su talento se ve acompañado con la armonía de su cuerpo y con tal acorde la vida es mucho más llevadera. En general se dice que el cuerpo le acompaña.
La apariencia produce generalmente una discordia entre lo que decimos y lo que estamos pensando de modo que es fácil caer en contradicciones y dejar con ello perplejo a nuestro interlocutor.
El mito de Narciso, que llamamos narcisismo, representa una metáfora que expresa la vida de un joven de gran belleza que despreciaba los amores de todo el que quedaba prendado de él y solo llegó a estar profundamente enamorado de su propia imagen reflejada en el agua de un lago al que fue a beber, pero no podía abrazarla porque cada vez que lo intentaba, la imagen desaparecía con el movimiento ondulante de las aguas.