Opinión

Benaoján, una feria tentadora (José Becerra)

El pueblo señero del valle del Guadiaro se viste de largo para celebrar con toda pompa la XI edición de su ya acrisolada Feria de la Chacina. Una muestra alimentaria que no sólo exhibe productos derivados de ese animal hozador que tanto congratula al paladar sino de otros productos de carácter artesano de los que Benaoján ofrece sin mengua merced al perfil de sus habitantes que siempre ostentaron signos de laboriosidad y empeño empresarial desde bastantes años atrás.

La localidad serrana, a un tiro de piedra de Ronda, se convertirá, coincidiendo con los fastos del 35 aniversario de la Constitución, en un vistoso y apetecible escaparate de los productos chacineros que tradicionalmente se vienen elaborando en sus numerosas fábricas – ahora en menor número que antaño, todo hay que decirlo – desde el pasado siglo.

Bandas de música, actuaciones artísticas y degustaciones gratuitas se alzan como atractivos para garantizar una gran asistencia a una feria del buen yantar serrano que contará con la presencia en su inauguración de diferentes autoridades autonómicas y provinciales

Si hay días de ajetreo en Benaoján, esos son los que preceden a la Navidad. Enclavado en un anfiteatro imponente de montañas que parecen prestarle eterno cobijo, a una veintena escasa de kilómetros de Ronda, el pueblo recobra su antigua imagen de factoría chacinera. Las más de una docena de fábricas de embutidos que quedan, residuo de las más de una treintena que existieron en otros tiempos y surtieron con el sello de la calidad y el buen hacer los mercados de Andalucía y buena parte de la Península, amén de tierras allende fronteras, se desviven en un hervidero humano para atender los pedidos de las celebraciones en ciernes.

No es lo mismo que antaño. Declinó por motivos que no vienen al caso el preponderante papel que jugó en toda la mitad del siglo pasado en la elaboración de productor artesanales derivados del cerdo. Pero quien tuvo retuvo, que dice el sabio refranero castellano.

Como si resurgiera de sus cenizas, ave fénix que se remonta sobre las dificultades de los últimos años, la industria recupera su tino, sobre todo en estos días. Huelen las calles a lomo y chorizo fritos y el aroma salobre que desde secaderos y almacenes en donde se enristraron en su día los jamones, y la butifarra, y la bondiola, y el morcón, dispuesto para su curación al aire seco y sano de la sierra, envuelve al pueblo en una salutífera atmósfera. Al que se une el de la panadería Gómez, en la barriada de la Estación, que viene pisando fuerte con sus productos.

Un ambiente gratificante, que abre el apetito y prepara las papilas gustativas para paladear los manjares, sabiamente aderezados, se puede percibir apenas se ponga el menor empeño en ello. A veces, con el toque mágico y tradicional que las operarias de hoy, herederas de las antiguas mondongueras, sirviéndose, eso sí, de novísimas técnicas y depurados métodos de fabricación, saben aún prestarle a los elaborados.

Aprovechando estas fechas cruciales, en las que se procura proveer las particulares despensa, junto al mantecado de siempre – y el casero, que todavía hay quien en lo elabora al gusto de nuestras abuelas recurriéndose a la manteca de cerdo y el ajonjolí -, y el turrón y el cava, Benaoján se muestra como recurso conveniente para que también tengan su lugar el chorizo rondeño y la lustrosa morcilla de la Serranía, entre otros bocados exquisitos derivados de ese olivo de cuatro patas que es el cerdo ibérico. Luego habrán de lucir con todos los honores sobre los manteles que se extenderán en los días festivos que nos esperan. Tampoco faltan productos de de los pueblos colindantes, como Montejaque, que participa con su dulcería y panadería característica.

Los benaojanos quieren demostrar que su industria chacinera artesanal continúa intacta. Así se desprende de las declaraciones del alcalde, Francisco Gómez, quien reafirma las excelencias de los embutidos “marcados, ahora como antes, por el marchamo de la calidad: con ésta se hayan comprometidos los productores”, rubrica sin ambages. El buen yantar se escribe en estos días con las letras de este pueblo que apenas sobrepasa el millar y medio de habitantes.


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