Opinión

Inversiones y solidaridad (Editorial)

Esta semana hemos asistido a dos momentos que son para tener un punto de optimismo. De un lado, como gusta ahora tanto que todo quede por escrito, hemos asistido a la firma del convenio para reconvertir el frustrado matadero de Ronda en una industria cárnica. Ojalá las palabras y las letras se hagan por una vez realidad. Al igual que dijo el presidente del Matadero de Ronda, Miguel Coronel, tras casi 40 años de espera ya es el momento de dar uso a ese edificio fantasma.

La calificación del día como histórico que hizo la alcaldesa de la ciudad puede que sea un poco exagerada, aunque sí que es verdad que fue un día muy importante, que será histórico el día que los obreros comiencen a trabajar sobre esa ruina para darle uso.

Y mientras la industria cárnica tiene atisbos de dar un salto en la ciudad, el día de inicio de las obras para la puesta en marcha de una cocina social sí que podríamos decir que fue una jornada histórica.

El proyecto estrella de la delegación de Bienestar Social merece un reconocimiento, por mucho que ahora se diga que es lo menos que se puede hacer. Lo curioso de la iniciativa es que no se monte como un comedor social al que tener que acudir presencialmente, lo que podría hacer que la llamada pobreza vergonzante pudiese hacer su efecto. Desde luego, es mucho  mejor poder disfrutar de lo poco que se tenga junto a la familia, en el interior del hogar, y acompañado de esas personas que están a tu lado en los malos momentos.


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