Después de diecisiete años dedicado en cuerpo y alma a la Parroquia de la Dehesa, el sacerdote Rafael García se enfrenta a un nuevo reto en su vida: viajar hasta Guatemala para participar en un ilusionante proyecto solidario.
¿Cuántos años lleva ejerciendo su labor sacerdotal en Ronda?
Llevo en Ronda diecisiete años. Llegué en septiembre de 1996 y dejé la parroquia a finales de julio de este año.
¿Siempre ha estado en la Dehesa?
Siempre, aunque también estuve echando una mano en Santa Cecilia, que no había sacerdote. Así que ayudé para que la parroquia volviera a funcionar, pero dejando muy claro al vicario y a todos los feligreses que yo solo estaría allí hasta que nombrasen un párroco. Y cuando Gonzalo Huesa tuvo el accidente, ocurrió lo mismo. Al principio se encargaron los salesianos, pero llegó un momento en que no podían, y yo me hice cargo desde Navidad hasta septiembre. Pero todo eso sin abandonar la Dehesa. Desde un primer momento llegué allí y mi pensamiento siempre fue terminar como párroco también allí, y lo he podido cumplir.
Para alguien tan comprometido como usted habrá sido apasionante trabajar en un lugar tan especial como la Dehesa.
Sí, y además cuando llegué el barrio estaba en una situación económica regular. Y con la parroquia pasaba igual, había sólo una capillita. Hemos ido paso a paso y ha sido algo muy bonito, porque se ha ido comprometiendo mucha gente. Ha habido momentos de alegría y otros de dificultades, pero ha sido un proceso importante. Así que después de tanto tiempo, lo importante no es tanto si yo me voy a Guatemala o no, sino que hemos culminado un ciclo. Y ahora otra persona, más joven, con otras ideas y en otra realidad, comenzará una nueva etapa.
Parece que a usted le gustan los retos, las situaciones difíciles. Porque sus inicios en el barrio, que entonces tenía mucha fama de conflictivo, no sería fácil.
A mí me gusta pararme a mirar la realidad, e ir solucionando lo que veo. Yo siempre diré que políticamente la Dehesa es un error, porque no se puede hacer un barrio de casas sociales y con esas características. Creo que eso nunca debería haber ocurrido. Pero a mí el pasado siempre me ha gustado para analizarlo y a partir de ese pasado, actuar. Para coger fuerzas y ver hacia donde caminamos. Como dice el poema: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. El camino tenemos que ir haciéndolo nosotros, y si miramos hacia atrás es para tomar fuerzas y aprender de los errores.
¿Ha vivido experiencias muy difíciles?
Bueno, siempre hay momentos complicados. Por ejemplo, a los tres meses de llegar, una tarde entré en la capilla y vi que la mitad del techo se había caído. Mi conocimiento de la Dehesa entonces era todavía mínimo, y me dije “si llevo solo tres meses y ya se me ha caído
“La Iglesia tiene que ocupar en alunas ocasiones el lugar que corresponde a otras instituciones”
el techo, ¿qué me queda por pasar?”. Pero la Hermandad de la Pollinica me ayudó mucho. Movieron sus tronos para dejarnos espacio, un espacio muy pequeño pero también muy familiar y acogedor, así que nos sirvió de mucho. Y luego me han pasado otras muchas cosas, pero es mejor olvidarlas.
¿Ha pasado miedo alguna vez?
Miedo no, pero sí rabia. Porque muchas veces han ido personas a la parroquia a hacer daño, e incluso han llegado a amenazarme. Aunque eso no me importa tanto. Cuando vienen con mucha palabrería digo “venga, vamos a sentarnos y a hablar”. Yo soy muy respetuoso con la gente, pero también tengo las ideas muy claras y digo las cosas a la cara.
¿Por qué esa rabia a la que se refería?
Pues mire, nosotros siempre hemos tenido la iglesia abierta por las mañanas, porque allí no hay nada que robar. Pero nos han robado tres veces. Han pasado desde la Escuela de Idiomas hasta nuestro tejado, han arrancado una reja y la han tirado a la calle desde lo alto, han hecho polvo una puerta… Y resulta que la puerta de la calle la tenían abierta. Entonces, te preguntas por qué hay que hacer todo ese daño. Porque incluso una vez no consiguieron ni entrar, pero yo creo que es porque no querían entrar, sino hacer daño.
En este tiempo se ha ganado el respeto de los vecinos, y se ha convertido en cierto modo en el confidente de muchos de ellos.
Mucha gente me cuenta sus problemas dando un paseo o tomando una cerveza, o charlamos sobre cualquier cuestión social. Yo reconozco que soy un poco seco, pero también dejo un margen de confianza para que la gente se relaje. Y como sacerdote soy lo suficientemente abierto para comprender cualquier realidad de este mundo, y buscar soluciones para los problemas.
Después de unos años en los que la situación mejoró, ahora vuelve a ser otra vez difícil.
Estamos viviendo unos momentos malos, por la crisis tan terrible que estamos pasando. La Dehesa vivió unos años muy buenos, porque los vecinos son grandes trabajadores y muchos salían a las 5 o las 6 para trabajar en la costa. Pero hoy en día la situación ha cambiado porque la construcción en Ronda y en la costa está muerta. Haría falta tener alternativas para estas personas, que se llevara a cabo alguna actuación especial. Principalmente para personas de a partir de 40 años, porque se habla mucho de los jóvenes, pero también son un drama estas familias. Porque una persona joven todavía puede reciclarse, aprender otro oficio o irse fuera, pero alguien de cierta edad, ¿dónde va? Y en la Dehesa hay muchas personas de esta edad. Yo veo un futuro muy negativo si no se toma un rumbo distinto, aunque no creo que volvamos a vivir otra situación como la que hemos tenido. Tampoco eso era normal. La costa parecía la gallina de los huevos de oro, y algún día eso se tenía que terminar. Y en Ronda pasaba igual, no había personas para tantas casas.
Hablaba de la Pollinica, que se ha convertido en un nexo de unión para toda la barriada y que ha contado siempre con el apoyo de la parroquia.
Creo que ellos han sentido siempre mi apoyo, porque yo siempre he intentado potenciarla al máximo con una idea: una hermandad tiene que ir decente. No hacen falta lujos, pero yo respeto mucho las hermandades que tienen un patrimonio. Lo que pasa es que en la situación que estamos pasando, no entiendo que las agrupaciones vayan adquiriendo más patrimonio, cuando tanta falta hace el dinero en otros ámbitos. Y ahí la Pollinica sí se ha mantenido firme, ha sido muy digna. Yo le decía a la hermana mayor que lo único que hacía falta es que el tiempo les respetara, y si había amenazas de lluvia, que no salieran, porque hay gente que se calienta, pero luego vienen las consecuencias. Y por muchas explicaciones que les des, no te escuchan.
Hablando ahora de su próxima aventura en Guatemala, ¿cómo surge esa idea?
Mire, yo podría haber cambiado de parroquia, pero cuando se elige una opción, se intenta vivir con ello y mantener una postura. Y ocurre exactamente con lo de Guatemala. Yo conocí el país casualmente, antes de venir a Ronda. Estuve en Nicaragua y Honduras, y fueron lugares que me gustaron mucho, pero en ese momento no me quedé allí por circunstancias. Eran sitios muy complicados en aquella época, pero también muy interesantes para trabajar. Y lo de Guatemala fue a través de un muchacho, David, que trabajaba de profesor en la Inmaculada, y que fue a aquel país, porque la Inmaculada tiene allí dos colegios. Y después vino aquí un sacerdote de Guatemala, que David me lo presentó y pasó aquí un fin de semana. Y a partir de ahí, estuvimos hablando con él y le preguntamos en qué le podíamos ayudar en su país. Así que me invitó a ir a Guatemala, y aproveché que
“Trabajar durante todos estos años en la Barriada de la Dehesa ha sido apasionante”
David fue al año siguiente y me fui con él. Y al conocer la realidad aquella, piensas que pese a que son hermanos nuestros, personas iguales que nosotros, solo por haber nacido en un sitio distinto están muy condicionados, viviendo en unas condiciones infrahumanas e incluso muriéndose de hambre. Entonces, si puedes echarle una mano, bendito sea Dios. Y si además puedes transmitirle ese pensamiento a otras personas, pues mucho mejor. A partir de ahí fue cuando empezamos a hacer molinos, pozos de agua, salones comunales, ayudar a los estudiantes… Hay que pensar que con las peores condiciones posibles aquí, allí uno sería un rey. Y otra cosa que sorprende es comprobar lo felices que son, cuando aquí por cualquier cosa estamos amargados.
¿Qué objetivo se marca en esta nueva etapa de su vida?
El objetivo es muy simple, porque a mí me gusta marcarme objetivos concretos y renovables año a año. No me gustan los grandes proyectos. Últimamente estamos llevando hornillas, nuestras antiguas hornillas de madera. Nos lo proyectaron hace cuatro o cinco años para quitar las cocinas hechas con piedras, que producían mucho humo. Y algunos querían empezar con 20 o 30, pero yo dije que no, que empezaríamos con 10, y según el resultado, al año siguiente llevamos otras diez. Pues ese es mi objetivo: prestar un servicio a un grupo de personas de allí, a una comunidad. También me haré cargo de una pequeña parroquia, y así haré las dos funciones: trabajaré en los proyectos y desempeñaré mi labor como sacerdote.
La Iglesia está llevando a cabo una importante función social en estos momentos tan complicados. ¿Cree que de verdad se está transmitiendo esa imagen a la gente?
La Iglesia trabaja en los distintos lugares donde hay presencia de fieles, y en muchos momentos ocupamos el lugar que correspondería a otras instituciones. Y especialmente aquí en España, por medio de Cáritas, por ejemplo. Y si hacemos eso aquí, imagínese lo que se puede hacer en el tercer mundo. Allí prestamos un servicio a los más débiles, a los que menos tienen, y de forma totalmente desinteresada.
¿Qué le parece el nombramiento del Papa Francisco?
Este hombre se ha ganado a la gente desde el primer momento. Desde la elección del nombre, que fue en honor de San Francisco de Asís, el gran santo de la Iglesia. Pero para mí tiene un solo problema: su edad. Debería tener diez añitos menos. A mí me da lástima del pobre, por meterse en esa curia vaticana… Yo, que soy anarco para esas cosas (risas). Creo que o se rodea de un grupo de mucha confianza o le van a hacer la vida imposible.
¿Qué definición cree que le vendría mejor: un cura obrero, un cura anarco, como usted dice, o un cura, a secas?
Yo prefiero solo un cura. Un cura que intenta leer el evangelio y llevar a cabo lo que dice. Un cura que quiere que la gente tenga una mente amplia, no reducida solo a Ronda o España. Porque hay hermanos nuestros que lo están pasando mal y necesitan una ayuda, que a veces no es solo económica, sino para que se cuente con ellos. Y que en ese caminar, cada uno tiene que ver la parte que le toca hacer.