Pocos deportistas pueden presumir de haber participado en cuatro Juegos Olímpicos, pero aún menos de hacerlo compitiendo en tres modalidades diferentes. La estadounidense Sheila Taormina es la única mujer en la historia en lograrlo, pese a que en su primera cita olímpica contaba con 27 años, una edad en la que muchos comienzan ya a atisbar el ocaso de su carrera deportiva. Una auténtica todo terreno que llegó a lo más alto en natación (donde consiguió la medalla de oro en 4×200 estilo libre en Atlanta ‘96), triatlón (campeona del mundo en 2004) y pentatlón moderno, donde en su última participación en unos Juegos, en Pekín 2008, se hizo con el triunfo en dos de las pruebas, natación y salto ecuestre. El pasado jueves, Taormina estuvo presente en la Escuela Oficial de Idiomas, donde charló con los estudiantes sobre el valor de la superación y el esfuerzo en la vida y en el deporte.
¿Cuál es el contenido de su charla?
El objetivo de la charla es hablar inglés para que los estudiantes de la Escuela de Idiomas practiquen. Y para ello voy a contar mi historia, la historia de cómo llegué a ser olímpica y cómo me preparé para todos los juegos en los que participé. La principal idea que quiero transmitir es que no todos los días son perfectos, sino que también hay muchos días difíciles, y tenemos que aprender a vivir con ello.
¿Qué fue lo más difícil a la hora de adaptarse a las tres modalidades diferentes, el plano mental o el físico?
Creo que los dos. Cuando eres más joven es más difícil el aspecto físico, pero luego va teniendo más importancia el plano mental. Llegas a un momento en que tienes que pagar tus facturas, la comida, la casa, etcétera, y eso hace que sea más difícil compatibilizar tus responsabilidades con el deporte. En cambio cuando eres joven aún estás estudiando y todo el mundo te ayuda. Además, lo físico casi siempre lo puedes controlar tú mismo, pero lo mental no siempre depende de ti. Son sensaciones que te vienen de fuera y tienes que afrontarlas.
¿Qué deporte es el que le ha dado más satisfacciones a lo largo de su carrera?
El salto ecuestre, es mi deporte preferido. Aunque creo que debería decir la natación, por aquello de que gané una medalla de oro (risas). Es verdad que amo la natación, es el deporte que he practicado desde que era joven y es el deporte común en las tres modalidades que he hecho. Siempre me ha gustado mucho el contacto con el agua, es una sensación muy bonita. Pero lo que siento trabajando con animales y saltando con caballos es algo muy especial.
¿Tiene alguna técnica o recurso especial para sobrellevar tantas horas de entrenamiento y tanta presión?
La verdad es que no tengo ninguna técnica especial. Pero amo el deporte, así que para mí fue fácil convivir con todo eso. Aunque lo que sí hace falta es cierto control mental. En los días difíciles creo que todo depende de cómo te lo tomes, como pienses. Lo que tienes que hacer es no preocuparte y pensar que todo el mundo tiene días malos. Y sobre todo concentrarte en lo que puedas hacer para ser un poco mejor en algo, para superarte aunque sea mínimamente cada día.
Usted es un ejemplo de superación y capacidad de adaptación. ¿Cree que la gente debería aprender a afrontar mejor los cambios y a adaptarse a la situación, especialmente en estos tiempos de crisis?
Sí, absolutamente. Al fin y al cabo, esa es la vida. Nunca somos los mismos, siempre estamos cambiando, aunque solo sea con el hecho de ir cumpliendo años. Y tenemos que adaptarnos a los cambios física y especialmente mentalmente. El deporte es un claro ejemplo de ello. Y también el hecho de aprender un idioma, por ejemplo. Hoy voy a hablar ante personas adultas que están aprendiendo inglés, y algunos incluso también otros idiomas como francés y alemán. Y eso es para mí es algo digno de admirar. Hay que pensar que nunca somos demasiado mayores para hacer algo nuevo. La naturaleza del ser humano es adaptarse.
¿Ese pensamiento le ayudó para clasificarse en cuatro Juegos Olímpicos?
Desde luego, esa fue una de las razones por las que empecé a practicar pentatlón, que fue mi tercera modalidad en unos Juegos Olímpicos. Cuando empecé tenía 36 años, y cuando participé en Pekín 2008 tenía 39. Mucha gente me decía que era muy mayor para aprender un nuevo deporte. Pero yo me preguntaba “¿por qué voy a ser mayor?”. Tenía que intentarlo, aunque no sabía si iba a tener éxito o no, y por supuesto no me imaginaba que acabaría compitiendo en otras Olimpiadas. Pero lo que sí sabía es que si al final lo conseguía todo eso sería una gran inspiración para mi vida. Así que veces tenemos que aprender a no escuchar a los que intentan desanimarnos, y escuchar solo a los que creen en nosotros.