Con el salto de siglo, del XIX al XX, Ronda vivió un gran período de prosperidad en el que tuvo una importancia fundamental la puesta en marcha del ferrocarril Bobadilla – Algeciras, el Tren del Infierno de hoy.
Este impulso se debió en buena parte a que por primera vez en su historia gozaba de unas comunicaciones decentes con el resto del país. Comunicaciones que abrían al mundo una comarca muy atractiva pero secularmente cerrada sobre sí misma.
Con la prosperidad florecieron las obras públicas que pretendían mejorar la imagen aldeana que hasta entonces había tenido e implantar las infraestructuras más imprescindibles. Se abrió la calle Armiñán, hasta entonces callejones tortuosos, se organizó la plaza del Socorro, (Salón de Lamiable), se implantó un suministro de agua moderno, se mejoraron los caminos empezando a convertirse en carreteras, se transformaron los molinos en fábricas de luz, se levantaron grandes mansiones, etc.
Entre estas mejoras no podía quedarse atrás la del Cementerio. El lugar de reposo de los cuerpos de quienes nos precedieron y el de los nuestros en algún tiempo. Ronda tenía un cementerio muy pobretón que desmerecía de la preponderancia que tomaba, por lo que se pusieron manos a la obra y levantaron un muy bonito y cuidado recinto funerario a las puertas de la ciudad por poniente. Fue inaugurado en el año 1905 con ánimo de ser el lugar definitivo de reposo y respeto a los fallecidos en Ronda.
Por razones no consideradas, (la naturaleza del terreno), resultó que los cadáveres no se descomponían como se esperaba sino que se momificaban. En principio eso no debía ser ningún problema porque se supone que el descanso de los fallecidos es a perpetuidad. Pero sí que lo era. Y muy grave. ¿Por qué?
Pues porque la inhumación es el mejor negocio de cualquier Ayuntamiento, que tiene un entendimiento de perpetuidad muy limitado, y vende la misma sepultura cada pocos años, lo que se traduce en unos ingresos muy notables cada vez que se reaprovecha una sepultura retirando unos pocos restos al osario común o al fondo del nicho para admitir a un nuevo huésped.
Por ello este cementerio se cerró algún tiempo después, (finalmente se ha convertido en vivero, original), y volvió a ser usado el antiguo, ampliándolo sucesivamente y con poco éxito. Para colmo se ubicó a su alrededor el polígono industrial sin dejar reservas para futuros crecimientos. Es decir, adquirió la categoría que el Ayuntamiento ansiaba: Industria, y quedó ligada en el inconsciente concejalil a tal uso.
Corrijo, por tanto, mi artículo anterior: en el Polígono Industrial no hay solo una sino dos industrias. Una de ellas eterna.
Con el nuevo Plan se quiere trasladar al final del nuevo suelo industrial o de negocios, ¡natural!. En lugar de hacer un hermoso parque a su alrededor en la ubicación actual, de ridículo coste en proporción a las ganancias que genera y perfectamente asumible, dejando a los muertos en su sitio y en paz que es lo justo.
Como dije la pasada semana: ¡Tres cementerios en menos de un siglo! Desgraciadamente los Sentados en el Sillón Rondeño han perdido el norte.