Opinión

Gente sin principios (Manuel García Hidalgo)

La crisis económica, no obstante ser un mal grave, no es lo peor que padecemos en España. La corrupción en las conductas de los gobernantes y de los gobernados es lo más grave y difícil de solucionar, se dice por doquier pero hay que insistir en ello, que estamos viviendo con una organización resentida que hay que reestructurar, porque la corrupción se instaló en el sistema como una forma de ser de los que mandan y la multitud de lacayos cómplices que obedecen porque participan con su voto, apoyo y obediencia al mantenimiento de su práctica y estructura. Afortunadamente, ya no hay nada que robar, se murió el perro se acabó la rabia, las cosas mientras pueden empeorar empeoran y mientras no alcancen su punto de inflexión no mejoraran ahora vivimos de la ayuda que ciertamente es necesaria porque el sistema establecido por la compra de votos no se borra de un plumazo y hay que mantenerlo como un mal necesario. Ahora, la mayoría de los oligarcas señoritos de la administración en España, especialmente los andaluces, se han procurado su retiro con jubilaciones del demonio para que no le falte no gloria ni a ellos ni a los suyos. Eso sí, nos han liberado de la carga de sus coches oficiales y sus chóferes porque ahora ya no tienen sitio a donde ir a comer y solo caminan por los parques con chándal y zapatillas de marca porque saben que el deporte es bueno para la salud. El tráfico de influencias ha sido descarado en España, es como un nacionalismo exacerbado que solo pretende desintegrar a España en regiones que nada tiene que ver con patriotismo como pueda parecer. Las influencias y especialmente su tráfico solo sirven para ayudar a los suyos y propios obstaculizando en lo posible las acciones del contrario que para aclarar, es todo aquel, aquel que no sea de los suyos.

Para que tanto daño prolifere y tanto dañino se haya mantenido, ha sido necesaria una complicidad que se ha hecho evidente y aflora en todos los flancos del frente, donde no haya habido dios que se revele y denuncie porque hubiera sido nombrado personaje non grato, por salvar el pellejo se convierten en cómplices necesarios. Para mantenerse con este perfil y formato hay que ser de una calaña y ralea de gente indigna y poco cabal, desgraciadamente España está llena de esa gente, aunque ahora se ven afortunadamente más haciendo footing que en los despachos.

Nos hemos llenado de democracia en un país donde hay mucho sinvergüenza suelto beneficiados de que su conciencia es la única policía que lo vigila, y así el juicio de su intelecto es el único que decide, según los principios de la fe y la razón, si una acción es buena o mala.

La cobertura que le ha dado el sistema ha permitido esto, pero lo peor es que esa permisividad ha transigido y facultado a todos y cualquiera de los miles de funcionarios y políticos que fueren de la misma calaña para hacer lo propio con sus atribuciones, solo con el coto que a cada cual le impusiera su conciencia. Vivimos las consecuencias de haber estado gobernados por gente que por razones de ascendencia, educación o casta tienen tergiversados sus principios, por gobernantes que no tienen conciencia del respeto al contrario y en suerte le ha tocado administrar lo que es de todos. Lo único que nos puede defender de ellos es a duras penas el sistema, pero qué ocurre cuando el sistema se lo han cocinado y comido ellos, cuando el traje se lo han hecho a su medida como ha ocurrido con todos, no solo con el señor Camps?. Creo que ante esto no hay defensa posible. Un político tiene que ser simplemente un hombre honrado, y por ahí hay que empezar, naturalmente es condición necesaria pero no es suficiente. Nuestro presidente actual no sé si será o no será pero por lo menos a mi me parece un hombre honrado. Viene a mi memoria lo que le ocurrió a Jaimito en una clase de química: Le preguntó el profesor por el amoniaco y respondió que era un gas incoloro inodoro e insípido y olía muy bien. El profesor le preguntó que ¿cómo podía oler muy bien si era inodoro? Mandó al bedel para que trajera un frasco con amoniaco y se lo mandó oler.

Rápidamente se le saltaron las lágrimas y a punto de llorar reclamó: ¡Por lo menos a mi me gusta!


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