Cualidad específica de un determinado grupo de plantas que viven e incluso prosperan en terrenos con una rigurosa escasez de agua. Vulgo, que viven de milagro.
En las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales de nuestra querida España podemos aplicar ese calificativo a la sociedad española en general, que realiza esfuerzos increíbles para salir adelante contra viento y marea viviendo de puro milagro. Y no es una expresión retórica.
Parece mentira que un país supuestamente próspero, moderno, situado entre los más adelantados, (esto según nuestros barandas), democrático, (eufemísticamente hablando), aparentemente industrializado, con un nivel de vida desahogado, alfabetizado, (aunque casi nadie nacido tras la “dictadura” escriba sin faltas de ortografía o de sintaxis graves), culto, (pero con muy pocos lectores o críticos concienciados), europeo, (más por situación geográfica que por apertura universalista), con una buena renta per cápita, ( hoy solo por “cápita” con cargo público, sindical o bancario), haya llegado en poco más de cinco años a la ruina, en todos los aspectos, gracias a la indescriptible dirección del iluminado más impresentable que ha dado toda la historia del mundo occidental.
Este gran revolucionario de salón, sin principios evidentemente, no ha actuado solo sino muy bien apoyado en unas camarillas agradecidas por su encumbramiento a puestos que jamás hubiesen conseguido con sus capacidades propias, mejor, por sus propias incapacidades. Arropado, también, por un grupo político desnortado y sectario que solo ha tenido en cuenta la permanencia en el poder cerrando los ojos ante latrocinios, clientelismos y desvergüenzas todas.
Por supuesto ha contado con la anuencia y sonrisa cómplice de periodistas y medios de comunicación adictos, por tendencia o soldadas, publicadores de halagos y congratulaciones, silenciadores de corrupciones y opinadores demagogos que veían siempre las pelusas en las pestañas de la oposición y nunca los maderos en las córneas de los “jefes”. Y siguen igual.
Tampoco podemos dejar de lado la renuncia de una Oposición asustada y melindrosa a luchar con uñas y dientes por sus supuestos valores tradicionales tantas veces prometidos: defensa de la vida desde el inicio hasta el final, guerra sin tregua contra el terrorismo, unidad de la patria como principio innegable, amparo del ciudadano ante el Poder, transparencia en la actividad pública, persecución de todo tipo de corruptelas, búsqueda de la verdad en el golpe de estado del 11-M, educación de calidad y exigente, libre uso de la lengua española en cada rincón del país, y otros. Solo mostró preocupación ante los errores económicos. Y eso muy delicadamente, para evitar una posible convocatoria de elecciones antes de que el hundimiento fuese total, lo que exigiría una verdadera defensa de principios e ideologías ante el acongojado pueblo.
Como tantas veces se dijo, hemos sufrido la gobernación del que tenía Talante. Y como talante no tiene ningún significado en si mismo, (es lo que se ve, la fachada, el rostro), ya que necesita un adjetivo que lo defina: abierto, hosco, apacible, etc., hemos estado bajo el gobierno de la nada, de la vacuidad absoluta. Decir que se tiene talante es tan tonto como señalar que se tiene cara, una obviedad. Solo en Andalucía puede encontrar sentido al ser de uso general el apócope “cara” para señalar a un “caradura”. Tanta caradura que hasta el momento ni el que gobernó, ni sus conmilitones y, ni siquiera, su partido, han pedido a los arruinados españoles perdón por el descalabro que ellos han provocado.
Ahora vivimos al día, con muy pocas esperanzas de futuro, agobiados, asustados, exprimidos. Sin pan ni agua y, consecuentemente, la sociedad española vive de milagro. Se ha vuelto xerófila.
manuel garcia hidalgo
has dicho claramente lo que has dicho pero, el problema periste de por vida porque con cautela estos revolucionarios de salon sin principios se han asignadas cuantioas pagas de por vida, eso para siempre.