Puede ser un grito clamoroso o un bisbiseo, pero lo cierto es que, próximo a que los colegios electorales de Andalucía abran sus puertas para dar paso a la riada humana dispuesta a dejar constancia en las urnas de su libre decisión, el deseo en uno u otro sentido, parece estar a flor de piel. Que viene la derecha o se queda la izquierda. That`s the question, que diría el afligido Hamlet.
Los socialistas y sus incondicionales atemorizan con el aviso de que la derecha puede sentar sus reales en el suelo andaluz; los populares y sus adeptos previenen lo contrario, o sea, que la izquierda puede quedarse. O toma las riendas Arenas, o no las suelta Griñán. En los pueblos del interior, y en particular en la Serranía de Ronda, donde más muevo, la cuestión resulta palpitante y las espadas están levantadas.
Pero mirando desapasionadamente la cuestión, que es lo que piensa uno que hay que hacer en situaciones parecidas, se vendrá a concluir en que la Junta necesita aire renovado, que se airee, que 30 años de monocolor político resulta cuando menos cansino, y democráticamente discordante. Otrosí, entre otras rémoras, porque no puede ser que permanezcamos más tiempo a la cola de Europa en desempleo, mientras que han predominado subvenciones concedidas a troche y moche (cuando no aviesamente) y han primado los derroches beneficiando a unos cuantos y sepultando en la inopia a la colectividad.
Vista así las cosas no hay duda de que la duda sobre una u otra opción se simplifica sobremanera.