No creo que sea necesario explicar su significado. Es bastante entendible por todos cuando se aplica a los cargos públicos, es más, según numerosas encuestas, debido a élla los políticos son el tercer problema más importante hoy en día para los españoles, después del paro y la economía.
¿Cómo hemos llegado a esto?. Muy fácil, porque la gente está harta de ver a tantos que disfrutan un sueldo sin merecérselo, simplemente por estar en una lista en el momento de las elecciones o por ser amigo del que salió elegido al estar en la lista o por haber sido el precio de determinados “favores” a quien hizo dicha lista. Como ya he dicho en anteriores reflexiones apasionadas, la democracia que tenemos en España deja mucho que desear, especialmente por el hecho de que las elecciones no son directas sino proporcionales, con listas cerradas que nos impiden elegir a los dispuestos a trabajar por la ciudadanía y no a los que lo hacen para ellos mismos.
En las últimas elecciones yo no sabía quien estaba en la lista de mi circunscripción hasta el momento de recoger la papeleta del voto y cuando vi los nombres me quedé pasmao, (como le pasó a aquél político andaluz por otras razones), dándome ganas de echar el sobre en blanco a la urna. Supongo que a muchos de ustedes les pasó lo mismo. Hemos votado para cambiar una situación absolutamente insostenible, no para que determinadas personas nos representen.
Tanto en estas elecciones como en casi todas la propaganda electoral se centra en el partido o en el candidato principal, lo demás es relleno. Este relleno algunas veces es de calidad y convincente, pero en la mayoría de las ocasiones no tenemos esa suerte. Sin embargo, tras las votaciones los rellenadores de lista se encumbran, ya tienen el puesto y, por supuesto, se consideran capacitadísimos para llevar adelante con éxito cualquier asunto, aunque antes no tuvieran el mínimo conocimiento del mismo y les sonase a chino. Y tiran palante. Normalmente sin dejar asesorarse vaya a ser que alguien piense que no están lo suficientemente formados o que las “medallas” se las pueda llevar el otro y, casi por norma, rompiendo con lo hecho con anterioridad para que quede bien claro que las ideas realmente importantes son las suyas.
Su departamento se erige como nuevo reino de taifas haciendo casi imposible que la unidad de acción, tan necesaria y esencial en cualquier gobierno pero sobre todo en los municipios, sea el principio rector. Y comienzan los engendros, los proyectos descabellados, las ideas de última hora, en resumen: las genialidades. Estas genialidades son propuestas que a nadie antes se le había ocurrido, origenialidades, que van a resolver de golpe todos los problemas y se lanzan a bombo y platillo. Al poco tiempo se olvidan o nos quedamos con un nuevo esqueleto sin uso y, en el caso más normal, con una mayor deuda que permitirá justificar unos impuestos y tasas todavía más altos. ¡Y la casa sin barrer!
Ya falta poco para el año de nuevo gobierno local. Las demandas y aspiraciones eran muchas pero los logros, y perdón por mi pesimismo, muy escasos, ojalá me equivoque. El comportamiento con los ciudadanos no parece que haya cambiado demasiado y, lo que es peor, no tiene tendencia a mejorar. Ya sabemos, (y lo sabíamos), que el dinero es muy escaso, pero muchas mejoras no necesitan extraordinarios presupuestos sino voluntad y espíritu democrático.
Participación, colaboración, modestia, apertura, diálogo, son aliados del buen hacer y enemigos declarados de la mamandurria.