“Pelea por lo que quieres” es el lema del PSOE en estas elecciones, y Rubalcaba salió agresivo. Más que a pelear, salió a morder a su adversario en un debate que sabía perdido de antemano, pues pocos españoles olvidan que hasta ayer formaba parte del gobierno que trajo la ruina a España. Intentó una vez más el candidato socialista echarle la culpa a la crisis internacional, hasta que Rajoy le recordó que por ser “internacional”, otros países como Francia y Alemania también la sufren, pero soportan tasas de paro que no llegan ni al 10 % cuando en España pasamos ya del veinte.
Así que, rendido a la evidencia demoledora de los datos, Rubalcaba comenzó a ejercer como líder de la oposición y se limitó a preguntarle al futuro presidente qué hará cuando gobierne con el subsidio de desempleo, con el matrimonio homosexual, o si modificará la actual ley del aborto. Confieso que me hubiera encantado estar en la piel de don Mariano para contestarle que lo que debe preocupar a un gobernante no es cuánto cobran los parados, sino procurar que los ciudadanos tengan empleo, porque no conozco a nadie que gane más en el paro que trabajando.
Yo, al matrimonio entre parejas del mismo sexo lo dejaría legalmente como está, pero le quitaría la palabra matrimonio, pues biológicamente no lo es. Y ya que me pregunta por la Ley del Aborto, le diría que sí, que la cambiaría para impedir que las niñas de dieciséis años aborten sin permiso de sus padres y dejen de darse situaciones como esta: ¿Dónde estuviste ayer, hija? Estuve abortando. Por lo menos podrías haber llamado. A tu padre y a mí nos tenías preocupados. Mamá, deja ya de acosarme… que te denuncio.
Al menos coincidieron los candidatos en que son tiempos de austeridad, y que hay que ahorrar e impedir la duplicidad de funciones que a menudo se dan entre el estado y las autonomías. Rubalcaba propuso suprimir las Diputaciones, que no es mala idea, siempre que se pase a un modelo de “comarcalización”, -mucho más barato-, que siga prestando servicios como la recogida de basuras y bomberos, pues pocos pueblos pueden costearlos de su propio presupuesto. En esa misma línea, Mariano Rajoy, antes de la campaña, propuso reducir cincuenta escaños del Congreso. Algo es algo.
Las propuestas de ambos candidatos evidencian la necesidad de reformar y aligerar la estructura del estado, que después de treinta años largos de democracia se ha convertido en una pesada máquina de colocar a políticos de dudosa eficacia, cuyos sueldos y dietas salen muy caros a los contribuyentes. Puestos a recortar gastos también podríamos prescindir del Senado y de sus doscientos sesenta senadores, ya que es una cámara un tanto inútil al estar transferidas muchas de las competencias del estado a las autonomías. Además, sus votaciones ha de ratificarlas el Congreso, y más de una vez el gobierno ha perdido una votación en la Cámara Alta porque faltan sus señorías y luego la gana en el Parlamento.
No es que con cincuenta parlamentarios y doscientos sesenta senadores menos, y eliminando los dos mil y pico de diputados provinciales vayamos a salir de la crisis, pero al menos se reduciría el número de altos cargos y de políticos que cobran de los impuestos ciudadanos, que somos los únicos que hasta ahora sufrimos los sacrificios de la crisis.
Me parece interesante, pues, la opción de votar sólo la candidatura del Congreso en las próximas elecciones generales del 20-N, y seguramente será lo que haga. Los ciudadanos no tenemos muchas oportunidades de dar nuestra opinión, -que sólo se nos pide cada cuatro años-, pero ésta es una de ellas. Una fuerte abstención en las urnas del Senado sería una manera de alzar la voz de la ciudadanía contra la corrupción y el despilfarro de una clase política que deja mucho que desear y que lleva años sin estar a la altura de las circunstancias que el país y la sociedad exigen.
Así que, cuando el presidente de la mesa me pida el voto para el Senado le diré que lo siento, que esta vez la cosa no da para tanto. ¿Cómo dice? Pues eso, que ahora, con esto de la crisis, el bolsillo no da para más. Así que, ¡qué le vamos a hacer!, esta vez haremos el apaño sólo con el Congreso. Y aún así, ni se imagina usted los malabarismos que hacemos en casa para dar de comer a sus señorías. Además, cuando ponemos cocido o lentejas, todos se pelean por el chorizo.