Siempre se ha dicho que solo somos lo que nos han enseñado y es fácil comprender que estamos en lo cierto por eso mismo, porque hay cosas que de mayor no entendemos precisamente porque de niño no nos lo han inculcado. Lo bueno de la educación no sólo es lo que te enseñan sino también lo malo que no te aprenden.
Es corriente oír que los niños hacen lo que ven y por extensión de mayores seguirán siendo los mismos unido a otras maldades que cada cual acopia según qué vida lleve; en definitiva el hombre es lo que la educación hace de él y somos lo que nos han enseñado, desemboca todo en que nos educan para un proyecto. Se oye en ocasiones que tal o cual persona se ha hecho así mismo, solo se quiere decir que su entorno no ha sido el apropiado para llegar a ser lo que es y ha tenido por tanto que quitarse de encima muchos despojos de los que le ha impregnado su entorno, especialmente la familia, si la tiene, tema muy difícil con el que hay que luchar porque el ritmo del cambio mental es muy laborioso, lento y difícil; a casi todo el mundo le acaban sus dias sin cambiar. Con la manera de ser y actuar intentamos alcanzar objetivos que pretendemos para una mejor vida, incluso el que se suicida, lo hace porque cree que es lo mejor. Todos los pasos que damos lo hacemos para situarnos en una posición mejor de cara al futuro que nos queda por vivir, es como si nuestra vida discurriera en una sala de espera, se concluye que el bienestar solamente se encuentra en su propia búsqueda porque eso es la vida, la investigación constante para un futuro mejor.
Desgraciadamente nunca me he visto en el papel de alguien al que le ha tocado repentinamente una lotería pero seguro que eso no hace tan feliz a alguien como el pensamiento en las cosas que se le van a resolver para el futuro, porque en el mundo material que vivimos, muchas de las cosas se consiguen con dinero y (como cuenta el chiste), el resto cuestan un montón.
En respuesta a esta demanda de logros para vivir el futuro han aparecido un océano de posibilidades que tenemos a nuestro alcance, es la relación en el plano económico entre producción y consumo, y una gran variedad de profesiones y especializaciones, una explosión de opciones que nos paraliza. La libertad es el bien más preciado y se concreta simplemente en la posibilidad de elegir, necesitamos ser autores de nuestras vidas y ante tanta elección, nos encontramos solos, nos agota, y nos pasa factura al producir el efecto contrario al pretendido. La libertad se ve desvirtuada ante tanta elección, se nos esfuma la vida eligiendo entre la cantidad ingente de posibilidades que se nos presentan hojeando la multitud de catálogos en los que se ha convertido nuestra vida cotidiana. El consumismo es como una mano invisible que actúa sobre las personas sin que ellas se den cuenta y que nos lleva a lo que comúnmente conocemos como ser por ser y tener por tener, sin pensar que tener más no es sinónimo de mejor.
Nos falta tiempo para lo esencial, lo que realmente nos hace útiles y felices que es estar con los nuestros y con los demás. El concepto de “los nuestros”, también se relativiza, los nuestros pueden ser mucha gente, desde todos los de mi pueblo hasta sólo mi mujer y yo, y a veces sólo yo. Todo depende de cuanto estemos preparados para compartir o en qué medida seamos capaces de sentirnos identificados entre nosotros.
Esta carrera desenfrenada a conseguir nos ha llevado a tener más y más de menos y menos de un placer que genera perturbación convirtiéndose en un mal, porque donde hay descontrol, la razón deja de funcionar. La economía financiera se ha pasado de rosca, se ha separado de la economía real, la del trabajador que trabaja para comer y vivir, dando paso a la teoría económica del más tonto: siempre hay ganancia hasta que hay un tonto que pague más, cuando se acaban los tontos se acaba el negocio y se pincha la burbuja.