Basta que uno quiera tomarse unos días de vacaciones en el periódico para que nuestros políticos no le den tregua ni te dejen descansar ni a sol ni a sombra. Esta vez ha sido por culpa de las dichosas cuentas municipales que heredó el nuevo equipo de gobierno de sus predecesores socialistas; casi treinta millones de euros en deudas por diversos conceptos que dice por carta la alcaldesa que le dejaron de pufo el Toti y sus secuaces.
Treinta kilos es mucha pasta. Una barbaridad para una ciudad como Ronda, de treinta y cinco mil habitantes, donde tocaríamos casi a mil euros de duda -per cápita- si a nuestros munícipes con mando en plaza se les ocurre repartir la deuda entre impuestos municipales, licencias y sanciones; incluida la infatigable grúa municipal, convertida ya a estas alturas de la crisis en uno de los pocos servicios públicos que rinde beneficios.
Pero, todavía no me había repuesto del susto, cuando abro el ordenador para cotillear en el feisbuck, y nada más levantar la tapa me entra un correo de los sociatas acusando a Mari Paz Fernández de ser la responsable del 80 % de esa burrada de deuda municipal. Ya estamos con el “y tú más” de siempre, -pensé-, y lo peor es que con la calina del verano no habrá otra cosa de qué hablar y nos llevaremos con el tema todo el mes de agosto, o al menos hasta que los cohetes pregonen la adelantada Feria de Pedro Romero, que este año tiene poco de feria de septiembre.
Pues eso, que treinta kilos son muchos euros para que los rondeños no sepamos a ciencia cierta quien lleva la razón ni quienes son los responsables de tamaña ruina municipal, así que la alcaldesa debería encargar cuanto antes la prometida auditoría, a la que los socialistas del terreno no se oponen, pero piden que se extienda hasta 1999 cuando los populares llegaron de carambola al poder gracias al pacto Anti-GIL.
Ya saben los lectores que en estas últimas semanas ando metido en comparaciones entre labriegos y tratantes, y esta vez la ocasión también se presenta propicia para recomendarles a unos y otros lo que ya dije en uno de mis últimos artículos: “que papeles hablan y barbas callan”, que es ni más ni menos lo que le dijo aquel arriero al juez cuando el dueño del cortijo le denunció por apropiarse presuntamente de una mula de su hacienda…
Tenía el terrateniente un aspecto tan solemne y distinguido, realzado por una luenga barba encanecida por los años, y hablaba con tanta propiedad y aplomo, que el juez a punto estaba de sentenciar a su favor la propiedad de la mula cuando terció el arriero de forma mucho más concisa y concluyente: “Mire su señoría de que hablen los papeles y no las barbas, que yo no soy peón ni jornalero de este cortijo, sino arriero de Benarrabá que vine a sacar el corcho de los chaparros y ajusté por cuenta los gastos del trabajo con este señor, y ahora me lo quiere rebajar en el precio que vale esta mula, que es mía porque estos mismos son los papeles de su compra”; con lo que terminaron las porfías.
Pues eso, que ya es hora de que hablen los papeles y callen las barbas. Encárguese pues esa auditoría, -desde 1999 mejor que desde 2008-, y canden el pico sus señorías, aunque sus mercedes sean lampiños y no luzcan venerables barbas. La señora alcaldesa porque está en la flor de su juventud y el tiempo tardará aún en encanecerle el pelo; y el señor Cañestro porque aunque luzca trajes de buen paño (a los que se aficionó cuando le compró a un tratante de mala fama nueve mulas robadas para gobernar la hacienda rondeña), el porte no le da ni le quita razones; aunque reconozco que don Paco, desde que es Diputado Provincial, tiene un aspecto de lo más distinguido, un poco ensombrecido, eso sí, por su calva y por dejarse acompañar de su mayoral Paco Calvente, que le desluce el tipo.
Tiempo habrá en septiembre de retomar las cuitas que acarrean la política y los vicios del poder, pero en Ronda siempre se respetó el verano y hasta los jornaleros del campo dormían la siesta en el tiempo de la siega. No alboroten pues sus señorías y cierren las navajas bandoleras, que ya habrá tiempo de abrirlas cuando al último toro de rejones lo arrastren las mulillas por el albero de la Maestranza rondeña; que no son peleas de navajeros lo que reclamamos los vecinos, sino los papeles de la mula y cómo se pagarán los cuartos que aún se deben por ella.