Ya está pasando demasiadas veces que la realidad supera a la ficción. No es normal lo que algunas veces pasa, no hablo de lo de Japón y sus imágenes apocalípticas vistas en más de una película, de eso ya se encargan muchísimos especialistas y bastantes más que no lo son, hablo de lo sucedido a un paraguayo que huía de Málaga a Madrid en el autobús.
Este hombre de 19 años compró un billete para quitarse del medio, ya que la policía estaba tras su pista. Según las informaciones hubo una pelea en un bar malagueño entre dos bandas, un ecuatoriano nacionalizado español intentó mediar entre unos y otros y fue apuñalado, detuvieron a cuatro de los cinco sospechosos pero les faltaba el que había cogido las de “Villadiego” que decimos por estas tierras aprovechando la confusión. Se dirigió a la estación de autobuses y se dispuso a irse mientras más lejos mejor, allí cogió un autobús hacia Madrid.
Quiso la imprudencia de este individuo (además de la mala suerte, castigo divino dirán algunos) que con el nerviosismo le hiciera andar con el teléfono móvil haciendo llamadas continuamente. Cuando creía que todos dormían le contó a un familiar con el que hablaba lo sucedido “Estoy jodido. Me he tenido que ir de Málaga, porque el otro día estaba borracho y le metí varias puñaladas a uno. He metido la pata” pero no contaba con que hubiera en el mismo autobús un policía de paisano que no podía dormir y lo oyó perfectamente. A continuación el policía se puso en contacto con el 091 y le dio los datos que conocía, estos al ver que coincidía con los datos que manejaban sobre la persona buscada lo esperaron en Madrid, donde un cordón policial esperaba al individuo que según todos los indicios tiene la lengua mucho, muchísimo más larga que el entendimiento.
La verdad es que hay algunas cosas que hacemos, aunque sean barbaridades tan grande como ésta, que si no lo cuentas no es lo mismo. ¿De qué sirve hacer algo grande si no puedes vacilar posteriormente de ello entre tus amigos y familiares?