Cada vez que un dictador es derrocado el mundo es un poco más libre, los días son más soleados y los pájaros y flores tienen otro color ante nuestros ojos. Cada día que pasa y que un dictador sale corriendo es un avance de la sociedad, sea la que sea, hacia un futuro mejor.
Primero fue en Túnez donde Ben Alí tuvo que salir corriendo ante las revueltas populares que pedían que se fuera, eso sí la mujer se largó con 1 tonelada y media de oro de las reservas del país, que son mil quinientos kilos y las aduanas no se dieron cuenta, ahora si llega a llevarse un par de cartones de tabaco o algún litro de whisky seguro que la detienen en la frontera.
Después fue Hosni Mubarak, presidente de Egipto, el que tuvo que salir, aunque esta vez fue en helicóptero, hacia un lugar en el que se encuentra en coma (eso dicen las informaciones). Qué manía tienen los dictadores en ponerse muy enfermos cuando son expulsados por sus compatriotas, a los que han exprimido hasta el máximo sin el menor dolor en ninguna parte de sus bien frondosos y muy gallardos cuerpos en todos los años que han gobernado.
El “día de la ira” como lo llaman, se está extendiendo hacia Argelia, Libia, Irán, etc. Una buena noticia sin duda para los demócratas de aquellos países y muy mala para los dictadores que con mano dura siguen aplastando a sus compatriotas sin el menor remordimiento.
Todas estas buenas noticias debemos tenerlas en cuarentena esperando lo que va sucediendo. Es muy probable que haya otras personas que quieran ocupar el puesto de los derrocados para hacer lo mismo. Deben haber elecciones libres en las que se puedan presentar todos los partidos que quieran hacerlo y los países democráticos deben vigilar que estas elecciones sean limpias y no haya fraudes que hagan que el puesto de un dictador sea ocupado por otro de sus correligionarios, ni por partidos extremistas que hagan al pueblo retroceder en vez de avanzar.