Opinión

Discurso político (Manuel García Hidalgo)

Decía días pasados la portavoz de la oposición la Sra. Sáenz de Santamaría al Sr. Rubalcaba: “Tiene Vd. el encargo de explicar mejor lo peor que lo hace Zapatero”.

Este paradigma lingüístico lejos de expresar una crítica u ofensa es y ni más ni menos que la misión de un portavoz, justo lo mismo que hace ella con su jefe el Sr. Rajoy.

“Redundando en lo establecido en la última cumbre de los veintisiete, el repunte sería largo y podemos tener algunas incidencias de recorrido” (TVE 30/10).

Estas son palabras textuales del ministro Sr. Pérez Rubalcaba oídas en TVE en el telediario de las 9 de la noche del día 30 de Octubre.

Expresado en castellano y lenguaje más accesible según mi modesta interpretación, sería lo mismo que:

“Dándonos por enterados de lo último que nos han advertido en la Unión Europea, tendremos que apretarnos el cinturón durante largo tiempo todavía y como es lógico tendremos problemas para salir adelante”.

Condensado en un lenguaje más coloquial y claro:

“Según la advertencia que nos han hecho en Europa, y por el camino que vamos estaremos jodidos todavía largo tiempo unido a nuevos problemas que irán apareciendo”.

Finalmente como sinopsis y para que lo entienda todo el mundo:

“De levantar cabeza, nada de nada y vamos de mal en peor”.

O sea lo que ha dicho el ministro, puede ser lo que es, un escueto mensaje de cómo vamos o una de sus frases muy biensonantes que encubre el significado en su belleza, pues para eso lo han nombrado ministro portavoz, porque portavoz no es cualquiera.

Teniendo en cuenta que en España hay todavía casi un millón de analfabetos, unido a otros tantos menores de 16 años que tampoco entienden nada de política ni de frases, sumado a la mayoría de Españoles que no capta ni papa, que se pierden en la frase porque no coordinan lo que significa: “Redundando, veintisiete, incidencias, recorrido, cumbre y repunte”, porque en una misma frase no han oído eso en su vida, tenemos como resultado que este Sr. seguirá y seguirá hablando, escuchando aplausos y sin que nadie se entere de nada. Viene a mi memoria un silogismo mediante el cual se demostraba que una vaca es un triángulo: “Una vaca es un animal, un animal es un bruto, Bruto mató a César, cesar es no hacer nada, quien nada flota, una flota es una escuadra y una escuadra es un triangulo, luego una vaca es un triangulo”. Se deduce que con cierto domino del lenguaje y utilizando homónimos para enlazar las premisas del silogismo, se puede demostrar cualquier cosa, hasta que España va bien. Al mismo tiempo con el uso y abuso del lenguaje, amparados en que la cultura de unos es la ignorancia de los otros, se prestigian ellos y sus partidos a costa del desprestigio del contrario, que es la esencia del lenguaje político. Para ser el mejor basta simple y llanamente que los demás sean peores.

Todos somos muy ignorantes, lo que pasa es que ignoramos distintas cosas, como lo que desconocemos, es infinitamente más que lo que sabemos, cuando se trata de examinar a alguien para valorar lo que ignora le preguntamos sobre lo que sabe y así la entrevista se abrevia.

Lógicamente la dinámica del prestigio desprestigiando lleva apareada un cúmulo de despropósitos en los que la mentira forma parte del sistema. Esta característica no se limita a un solo partido, sino que se reparte generosa y equitativamente por todo el espectro de la geografía nacional. En nuestro medio la mentira no es un vicio individual sino más bien un síndrome colectivo en la vida pública.

La nula relación entre el discurso y la verdad es lo que ha llevado a nuestros políticos a merecer el también nulo respeto de la población.

La demagogia política (Mentira de futuro), es el arma que tiene el que gobierna para arreglarlo todo pero siempre en el futuro y por eso es tan usual en su discurso, “el corto y medio plazo”, pero nunca el ahora ni el largo porque queda muy lejos y tampoco conviene. La degeneración de la democracia que han ocasionado los dirigentes mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos para tratar de conseguir o mantener el poder, ha producido una desconexión entre la verdad y el discurso político que los ciudadanos ya casi no prestan atención a los trucos y artilugios lingüísticos de los políticos, máxime cuando el oyente sufre una realidad. Destaca además, la pueril creencia de los mandatarios que con el solo decir algo, dada su notoria posición social, lo convierten en realidad. No importa que sea la idiotez más grande jamás oída, pues mientras pongan cara de serios y lo digan con mucho énfasis unido a banderitas, música y coreografía de la suya que aumentan rápidamente las pulsaciones en el auditorio, creen que lo han resuelto todo. Súmese a esta equivocación una sistemática infravaloración del talento de los ciudadanos electores ahondando con ello en el foso del desprestigio político.


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