Es probable que sea que nos vamos haciendo mayores. Algunos estamos mucho más estropeados de lo que dice la edad en el carné de identidad, cómo decía uno que conozco “ojalá lleguemos a la edad que aparentamos”, y eso que pasé la última ITV en el médico perfectamente, es más el doctor me dijo que estaba “como un roble”, antes te decían como un toro pero está el tema con los antitaurinos que no se pueden hacer según qué comentarios, no vaya a ser que te excluyan los catalanes en su próxima revisión del Estatut y no te dejen pisar las provincias catalanas.
Escribo esta columna después de los primeros días de feria y estoy realmente cansado. Antes me pasaba todos los días del trabajo a la feria y viceversa, actualmente ni descansando del trabajo, ni algún día de feria le veo el final. ¡Qué largas son las semanas con tantos días de fiesta!. Y eso que sólo acabamos de pasar el ecuador y ya estamos comiendo un caldito recuperador con su huevo y todo. No sé si llegaré al lunes.
El caso es que tengo a la jefa de mi casa pidiéndome que le ayude con algunas tareas, con poca respuesta por mi parte ante el cansancio acumulado, se me ocurre hacerle una pregunta:
– Aquí ¿Quién manda? Dándome la contestación tan rotundamente cómo la persona que tiene la verdad en la mano y presenta algo así como un dogma de fe.
– Yo. Mi respuesta, con unas ojeras que ya quisieran para sí algunos que otros dibujos animados que están pintados para una película de terror y que ni los mejores de los antiojeras que han descubierto actualmente para los hombres y que están tan de moda últimamente puede arreglar, le respondo:
– Pues mándame a la feria.