Opinión

Biblioteca, espacio sin ruido (Nieves Flores Lobato)

SILENCIO: “Abstención de hablar.  Falta de ruido”. Así lo fija el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Y, así lo anhelamos muchos de los usuarios que vamos a la Biblioteca intentando encontrar un poco del mismo para estudiar y hacer uso de sus múltiples servicios.

Como cada año, durante los meses de Julio y Agosto, se concentran muchos estudiantes, siendo de esta forma mayor el nivel de “ruido” alcanzándose en fechas cercanas y durante los períodos de exámenes; en estos casos, afrontar los tan temidos “exámenes de Septiembre”.

Como estudiante universitaria he visitado –como tantos otros- muchas veces la Biblioteca Municipal de Ronda durante el verano en busca de silencio y la comodidad, y he de decir sinceramente que el resultado ha sido un poco decepcionante, y por varias razones:

 – He visto que actualmente las bibliotecas son sitios de reunión social más que lugares de estudio –como deberían de ser-. Poco silencio y concentración, y mucho “cuchicheo” que nada tiene que ver con resoluciones de problemas o dudas sobre la materia que se supone se está estudiando.

 – Malas características constructivas. No se puede poner un suelo en una biblioteca en el que suenen continuamente los tacones de los zapatos, o las chanclas…, las sillas que se arrastran sin cuidado al levantarse o sentarse, etc.

 – El tic-tic-tic continuado de las teclas. ¿No podrían poner unos teclados silenciosos? No es muy inspirador para el estudio…

 – De la misma manera, modernizar un poco el sistema informático de la biblioteca para agilizar la búsqueda de selección de temas, libros concretos…

En un principio, en las bibliotecas se debe guardar silencio por el mero hecho de que es un lugar común  donde las personas van a leer, estudiar…, esperando cierta tranquilidad. Así que la razón por la cual deberíamos guardar un poco de silencio sería fundamentalmente por el respeto a los demás. Pues no, tristemente este ya no es el caso.

“En el pedir está el dar”. Eso está muy bien, pero bien cierto es que todo esto no ha cambiado. A nadie le gusta que le llamen la atención en la biblioteca. Pero se trata de tener un espacio para la concentración y el estudio sin distracciones y, claro está, como todo nos podemos encontrar con que el vecino de la mesa está hablando con el de al lado, por ejemplo.

Para poder evitar eso, la biblioteca debería mostrar desde comienzo claramente a los usuarios las normas que estipula en la cual, persona que se niegue a cumplirlas debidamente no se le brindase por tanto el servicio que se le ofrece. Aplicar un poco de más disciplina, es una solución que se anhela desde hace tiempo y posiblemente, está muy a largo plazo de poder llevarse a la práctica en condiciones, para satisfacción de todos los usuarios.

Imponer algunas normas sería adecuado, con respecto al comportamiento, porque cambiar esta situación por nuestra voluntad y con el entorno que nos acompaña; o lo hacemos como los valientes y cambiamos cada persona que conozcamos o respetamos por tanto, las normas generales para todos.

Haría falta algún tipo de campaña de sensibilización (para todos los usuarios) de la necesidad de rebajar el nivel de ruido en los espacios para estudio e investigación, como lo es en nuestra biblioteca. Sabemos que es difícil, pero debería ser por ello, un objetivo común a perseguir a largo plazo, con la ayuda y colaboración de todos.

Desde aquí expongo que debamos mantener educadamente un poco de silencio y concienciarnos de que aunque no tuvieran letras deberían ocupar un lugar dentro de nuestros espacios y prestarle la atención e importancia que también se merecen.


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