Opinión

El Gato: una tregua de calor en La Serranía (Pepe Becerra Gómez)

No hace muchos años, apenas un par de lustros atrás, en el pueblo existían muchos lugares para contrarrestar con éxito las ardientes acometidas del sol: La Molineta, el Charco del Túnel, la Barranca eran objeto de predilección por los lugareños a la hora de los chapuzones veraniegos. Con el paso del tiempo sólo quedó el Charco Azul, a las puertas de la cueva del Gato, y sus aguas frías como cuchillos.

No es cierto que la Serranía de Ronda, y en particular el valle del Guadiaro, sea un lugar en donde sea poco apetecible  la estancia durante los largos y cálidos días del estío. No lo fue antes y no lo es ahora, cuando con la facilidad que brindan las comunicaciones se puede ir de un lugar a otro sin apenas incomodidades, y con la garantía de que siempre se podrá disfrutar de un paraje que en caso de la cueva del Gato, a dos pasos de Ronda y  a un tiro de piedra de Ronda, es un auténtico paraíso. Un lugar paradisíaco  de los poco que quedan en la provincia y en los que la huella del hombre y su horror del ladrillo y el cemento aún no impuso su férula.

El Gato, que es el monumento natural más emblemático de la comarca del Guadiaro, reúne entre sus méritos la de ser una obra caprichosamente esculpida en la roca por la naturaleza, y que es por eso archiconocida en la provincia, y además, por el microclima que en su entorno impera y que hace que en los meses del verano sea pura delicia permanecer un día a su sombra. A  la elección del excursionista dos posibilidades, las dos atrayentes: adentrarse por el vericueto de galerías que constituyen la gruta, (en este tiempo se pueden transitar sin peligro – otra cosa es que se haga en invierno y con lluvias, siendo entonces seguro el riesgo) –  y gozar con la frescura de sus lagos interiores, o bien con quedarse en la salida, al pie de la efigie iracunda del gato de piedra, para olvidarse por unas horas de los rigores de la estación.

Las aguas del Campobuche, que el Gato escupe en vistosa cascada sobre el Charco Azul salen de las entrañas de las sierras frías como cuchillos y tan transparentes que podían contarse una a una las losas de su lecho. Aguas que obran milagro en las afecciones de circulación, mimbreras que garantizan agradables sombras, adelfas que revisten de verde el entorno, siempre suscitaron el entusiasmo de la gente del pueblo que escogió el lugar como punto de encuentro y sitio en donde celebrar comilonas y festivas reuniones familiares.

“Los benaojanos tuvieron en la cueva del Gato el mejor sistema para paliar los estragos de los calores del verano. Aquí aprendieron a nadar muchas generaciones y vinieron otras tantas a guisar paellas y freír chorizos de la tierra. Es lo dicen los contertulios de la venta de Joselete, a dos pasos de la cueva, en donde se puede comer conejo al ajillo y pollo con tomates, platos que con los del gazpacho caliente y la olla con “pringá” son los más solicitados en  la zona. No hay benaojano que no se identifique con la cueva del Gato y el Charco Azul. Estas son señas de identidad del pueblo, que son las que m ás se recuerdan “ en los años en los que nos vimos obligados a emigrar al centro de Europa”, afirma Diego Hidalgo, albañil de profesión, horticultor de vocación y emigrante a la fuerza. Gusta a este pintoresco personaje venirse de cuando en cuando a los alrededores de la cueva para disfrutar del medio “ y  a ser posible de algún vinillo fresco”.

No lejos de la cueva del Gato, que en estos días es lugar de atracción para zambullirse en las aguas frías del afluente del Guadiaro, y que merced a él revive aunque sea unos pocos metros más debajo de su curso, se celebra la verbena del Tren. Es ésta una verbena que no tiene parangón en  la provincia porque nació y ha adquirido fama posterior por  el tributo de agradecimiento que ser le hace al tren. La línea férrea Bobadilla – Ronda- Algeciras, vino con su inauguración en los primeros años del pasado siglo, a sacar del marasmo en el que se debatían los pueblos de la comarca rondeña, marginados social y económicamente en los años de la posguerra.

Viajeros, estraperlo y contrabando hizo posible que los pueblos serranos conociesen días, si no de esplendor, sí de suficiencia para luchar contra el hambre endémica. Luego, la estación de ferrocarril creció a expensas del propio ensanchamiento del pueblo, y florecieron, además de viviendas, fábricas de embutidos y almacenes frigoríficos. “ Hoy, algunas de las más prestigiosas fábricas chacineras se ubican aquí, a escasa distancia de la cueva del Gato, que en estos días está en la mente de todos porque es allí en donde mejor se puede pasar el verano”, nos dice un trabajador de “El Cerdito Andaluz”, cercano a la vía férrea. La fiesta, en el último fin de semana de julio, convoca una gran multitud de gente de la provincia que compagina el baile y la diversión con los baños en el Gato.

La gente del interior, a la que el mar le da las espaldas porque las altas sierras le sirven de escudo infranqueable, tenía que buscar su lugar de expansión y asueto para los meses de verano. Cierto que el río Guadiaro perdió los atractivos de antaño. “ Las aguas del río podían beberse antaño, tan claras, frescas y sanas eran”, nos dijo una vez, Paco Márquez, alcalde de Cortes de la Frontera, que encabeza una cruzada particular para la regeneración de su caudal, “ dejado de la mano de Dios”.

Pero lo que nunca decaerán serán las aguas del Campobuche: atraviesan lagos  y angosturas subterráneas para venir a volcarse en limpia cascada por la boca del Gato.

En raras ocasiones se habían aunados para obtener resultados tan espectaculares la afluencia de un río, la limpieza de unas aguas, el lugar en donde éstas se remansan y una obra esculpida en el roquedo mostrando las fauces de un felino, reflejo de una fantasía natural que no llegamos a vislumbrar. Se nos escapa asimismo el fuerte influjo que el lugar ejerce en los benaojanos. Es timbre de gloria para ellos haber sido bautizado en la pila de San Marcos, al cual se dedican las fiestas patronales de primavera. Festejos que  convierten al pueblo el un carrusel de fuegos por los miles de cohetes que se queman en honor del santo y en un restallante acontecimiento por los miles de claveles que se le ofrecen por los favores concedido a lo largo del año. El otro orgullo es poseer en el término la cueva del Gato, que ahora cobra actualidad por mor de los calores que padecemos y ser el más fácil y barato medio de combatirlos.


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