Las prisas del cierre de la anterior edición del periódico me impidieron como hubiera deseado rendir un pequeño homenaje a la figura del inolvidable D. Juan Martín Pinzón, un maestro, en la mayor dimensión de ese título, que ha dejado un hueco imposible de borrar para los miles de rondeños que han tenido la suerte de recibir su educación de manos de una persona, que ante todo ha dejado su impronta de “hombre bueno”, en el más puro sentido de la palabra “bueno” tal como la inmortalizó Antonio Machado.
El que escribe no tuvo la suerte de recibir enseñanzas de D. Juan Martín, el don es un tratamiento inexcusable cuando uno escribe de un personaje de las dimensiones del que nos ocupa, pero sí pude tener muchas conversaciones y encuentros con él, en los que tuve la ocasión de comprobar como desde la humildad, la timidez, y sobre todo desde esa educación excepcional, (que tan bien supo transmitir), se escondía un personaje fuera de lo normal, tanto en el conocimiento de la vida, extraordinario en todos los aspectos, como sobre todo en su comportamiento para con los demás, ningún reproche sobre cualquier actitud ciertamente reprobable, a la que buscaba siempre la excusa más pertinente, y una capacidad de tolerancia que debería servir de ejemplo a generaciones actuales y venideras.
Afortunadamente con D. Juan Martín se hizo justicia en vida, recibió numerosos homenajes y nombramientos, y además nos queda un colegio con su nombre para recordarlo siempre.