Uno no puede por más que hacer una mínima reflexión sobre lo que está ocurriendo. O mucho nos equivocamos o nunca se había producido en el panorama político local una legislatura con tantos movimientos, bajas más o menos voluntarias, ceses y jaleo en general. La última víctima de ese mar de aguas revueltas que es el Ayuntamiento rondeño es la, hasta el martes, delegada de Hacienda y Turismo, Isabel María Aguilera.
Se nos va a la Junta y algo hace pensar que no se va más lejos por que no puede correr más. Su validez política es incuestionable, su trabajo en las áreas que ha desarrollado ha sido intachable y, añadamos, imaginamos que su paciencia para sobrellevar como haya podido alguna que otra situación ha tenido que ser infinita.
Se trata del cuarto cese en apenas un año en el equipo de Gobierno. Y eso nos lleva a pensar si estas bajas son fruto de decisiones personales totalmente voluntarias, la consecuencia de situaciones insoportables o movimientos provocados cuando uno hace una sombra política mucho más alargada de lo que algunos quisieran. Pues va a ser que hay que inclinarse por las dos últimas opciones. La decisión de Aguilera seguro que ha sido muy meditada y fruto de una profunda reflexión personal pero nadie nos quita de la cabeza que no se va de Ronda porque quiera, sino porque debe o, sabe Dios que hilos se han movido para conducirla fuera del Ayuntamiento, eso sí, en alfombra de rosas, pero con alguna que otra espina que pincha demasiado. Nos mojamos. Se nos van los mejores y eso supone una conclusión rápida, ¿qué nos queda en el Ayuntamiento?
Pues nos quedan personas muy, muy válidas que, curiosamente, en los foros más internos no disimulan muchas ganas de terminar su labor en esta legislatura y seguir otros caminos. Nos quedan otros con una enorme ilusión y ganas de trabajar pero que están obligados a una sumisión que les corta las alas en muchas de sus decisiones y, sobre todo, nos queda a la cabeza un binomio que, hasta hace poco era un trio pero, claro, en cuanto no se siguen los caminos marcados, el tercero, perdón, la tercera en discordia molesta y…a Sevilla.
Mientras tanto el ciudadano observa atónito como el mar revuelto no deja en este caso ganancias para pescadores sino una inestabilidad política que puede ser una bomba de relojería.