Opinión

Carta al Presidente de Unicaja

Manuel Giménez.

Señor Presidente, yo no sé mucho de usted. Es usted un hombre ocupado; yo no le he visto muchas veces por el Colegio Mayor San Juan Evangelista que Caja de Ronda abriera en Madrid hace cuarentaitantos años y que ahora cierran “por reformas”. A quien sí vi cada mañana, en la misma puerta del Johnny, es a Don Juan de la Rosa. El tío se pasa días y noches en vela para despedirnos camino de la universidad -los que iban- y, sobre todo, recibir a los que alguna vez llegaron tarde de la biblioteca o el Iron.

Para hacer compañía a Don Juan y a Jorge, su lugarteniente nocturno de la garita de entrada, los colegiales nos dedicamos a mangar, cada año, un banco del cercano parque de la Almudena. Así nunca faltaban siete u ocho colegiales sentados haciendo compañía a Don Juan.

Tan bien se lo pasaba que nunca ha querido irse del San Juan. Cosas de viejos, ¿no?

Pero, disculpe mi falta de tacto. Tampoco usted sabe mucho de mí. Le diré que soy un tipo serio. En mis dominios sí se ponía el sol, pero hacía tanto calor, que como si no se fuera. Puedo afirmar sin rubor que disfruté del privilegio de una baldosa más durante todo un año.

Aunque haya frívolos por ahí a los que una baldosa no les parezca casi nada, usted, que conoce bien el Johnny, sabe que los 20 centímetros de baldosa son casi un signo distintivo de nobleza. Sepa usted que nunca fui un Zapas y que me enorgullezco de no haber escatimado ni un plateo cuando la ocasión lo requería. Hice todos los inventos posibles en las tardes de verano para no estudiar. Quité la puerta para no evitar el calor; me bañé en la piscina a oscuras, grité a los del Alcalá (que son el culo de la universidad) hasta desgañitarme, entré a hurtadillas en la cocina para endiñarme un kilo de pan con aceite y, cuando Palmira los olvidaba, unos heladitos de fresa. Me fui el día antes de un examen hasta Somosaguas a ver las finales de la Liga de Colegios Mayores y procuré beber todo el kalimocho de que fui capaz. Y si usted supiera que canté el oh sí Johnny, sí, Johnny sí hasta que no sabía si iba al fútbol o venía de los toros, le rodaría una lágrima por su egregia mejilla.

No me acuerdo cómo me llamaba antes de llegar al Johnny. Ahora soy Pol, Killo, Espi, Horni, Jering, Jarque, Rachu… y soy de Albacete, Verín, Guadalajara, Tenerife o Ronda. Para que nos entendamos, llámeme Abel Antón y quedemos en que soy de Arriate, que es de donde vienen en realidad todos los colegiales.

Ahora que nos conocemos, sepa que le escribo porque me han dicho que va usted a poner guapo el Cole. Y yo le escribía para darle las gracias y pedirle un par de cosas. Tiene usted que poner un montón de equipos de deporte, todos con la camiseta roja, para que los colegiales descubran el sentido del compromiso el domingo por la mañana después de la fiesta del Chami. Ponga usted una sala de estudio coqueta, en la que pueda dejar uno sus libros y no aparecer en todo el día. Póngale usted patatas, muchas patatas, a la comida.

Haga usted las habitaciones lo suficientemente pequeñas para que allí vivan un millón de amigos clasificados por tribus y los suficientemente grandes para que 9 personas puedan ver la final del campeonato de Europa de balonmano por la tele merendando hornazo. Haga usted unos bunkers a prueba de timbas y muses en medio de los pasillos y llámeles becés, por ejemplo. Ponga una cafetería y póngale barriles de cerveza y le sugiero algún colegial como el Boli recogiendo euros para pagarlos. Los cafés no, que ésos ya los paga Eurest. Ponga usted a un ángel de la guarda tras la barra, dispuesta a dar la vida por sus niños – y, si no se le ocurre otro nombre, llámele Anita-.

¿Sabe usted una cosa, señor presidente? Coja el plano original y siga línea a línea la idea original. Si quiere dejar su huella, pinte de rojo las barandillas o, yo qué sé, déjenos hacer la fiesta de primavera, y nosotros la llamaremos la fiesta de Don Braulio.
Pero siéntese un rato en su sillón, que antes fue de Don Juan de la Rosa, y piense qué habría hecho él. Conserve el espíritu de convivencia, hermandad, respeto y esfuerzo que nos envolvió a los miles que somos el Johnny. Y que vengan miles más. Nuestros hermanos, nuestros sobrinos, nuestros hijos y cientos de desconocidos. Que organicen el Aula de Filosofía, de Astronomía, que estudien, follen, o simplemente se emborrachen. Porque sepa usted que dejamos en su mano parte de la historia de Madrid y de la democracia en España. Y le dejamos parte de nuestra vida
Cuídela. Péinela. Y devuélvanosla pronto.
Que es nuestra.


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