Fueron años de miseria, privaciones y hambre, para muchos hasta de represión. Primero fue América; después Europa. Una larga travesía de veinte años para caer en el brutal “ajuste” del 59. La solución: hacer tratados de emigración en Europa y lanzar a tres millones y medio de españoles a hacerles los trabajos sucios. Las remesas de emigrantes empezaron a llenar las arcas de los bancos, que convenientemente desviarían el dinero a los sitios más prósperos y a la gente mejor colocada. La segunda solución fue el turismo, inundando las costas de hoteles, apartamentos, camareros y criadas, mientras al español medio apenas se le permitía asomar las narices por algún gran resort.
Copiamos de Italia el S.O.E. y el I.N.I. a duras penas este ultimo empezó a desarrollar una industria propia –cargada de royalties- y con enormes pérdidas e inversiones multimillonarias costeadas por los bolsillos de todos los españoles. Líneas de fibra óptica de a millón por línea fueron financiadas por todos los españoles a Telefónica, para que primero un presidente de la compañía se hiciera multimillonario y después nos robaran a todos los españoles, ahora por la vía de sus facturas. Cuando el I.N.I. empieza a ser rentable se vende a amiguetes del círculo más concéntrico del poder, a precios de saldo.
Antes ya había llegado la Democracia, con Senado, Congreso, Autonomías, Diputaciones y Ayuntamientos, para multiplicar por diez las nóminas de los políticos, sus coches, palacios y guardaespaldas. Es verdad, cuesta creer de dónde sale tanto dinero para tanto despilfarro, tan a menudo tan inútil. Por si esto fuera poco, se ponen de moda los delitos de ordenación del territorio, las múltiples contratas públicas y las consiguientes comisiones mafiosas.
Finalmente, llega una crisis financiera mundial y los puestos de trabajo empiezan a caer como castillos de naipes.
Desde que existen estados, siempre ha habido corrupción. Primera fue la Romana, después la feudal, y , más tarde la Real-Militar.
La crisis del petróleo del 73 duró ocho años, pero en los ochenta, después de otro “ajuste” y remesas, ahora no de emigrantes, sino de los fondos europeos, España duplicó su P.I.B. Se hicieron autovías, aeropuertos y trenes de cercanías, pero también demasiados monumentos de mal gusto, había que despilfarrar.
Los socialistas crearon una cobertura aceptable de protección social y educación verdaderamente universal, aunque de escasa calidad, pero también crearon la corrupción atípica, tipo “Roldán” y buenísimos alumnos del Partido Contrario que ahora culpan a ellos de haberlos iniciado.
Mantener a 17 parlamentos y a 17 gobiernos y 8000 reinos de taifas ya es una corrupción descarada en un país carísimo, donde el 55% de los trabajadores por cuenta ajena no llegan al salario bruto de 1000 euros.
Finalmente, en los 90 llegan los padres de todos los corruptos: los bancos, que empiezan a multiplicar sus trapicheos bursátiles-energéticas-constructivas y sus robos vía tarjetas de crédito y comisiones de servicio.
Los políticos “no-corruptos” tienen el premio posterior en consejos de grandes empresas o cargos institucionales de segunda, pero con pagas de primera. La lección es que el hombre es que el hombre es auténticamente atrasado: el poder es un círculo concéntrico que se reparte a sí mismo la riqueza creada. Cuanto más lejos del núcleo, menos corrupción y más pobreza.
No sé cuántos creerán –todavía- que los políticos están para servir al pueblo, eso puede que ocurra en el 4º Milenio, o ¿Quién sabe? Lo mismo esta crisis acabe echándolos al mar a ellos y a sus secuaces (sus verdaderos jefes) y el hombre empiece a ser, de veras, civilizado.