Suelo desayunar temprano en una pequeña cafetería que hay la calle La Bola donde a diario coincido con mujeres que echan horas en el servicio doméstico y que como yo se toman un café antes de irse a trabajar.
Entre chismes y bromas en el ambiente suele reinar el buen humor. La otra mañana, sin embargo, los lamentos de una de ellas impregnaban el aire de una tristeza contagiosa porque habían despedido a su marido de la obra donde estaba trabajando. Hace un año ella misma tuvo que ponerse a limpiar escaleras porque quebró su fábrica y se quedó en el paro. Las demás compañeras intentaban consolarla sin apenas conseguirlo, hasta que una de ellas atinó a expresar la madre de todas las quejas: ¡Es que en Ronda ya que no encuentras trabajo por ningún sitio!.
Cuando salí, las dejé hilvanando entre todas una larga retahíla de desdichas laborales y de oportunidades que se han perdido en la ciudad con el paso de los años: Que si llevaron la Caja de Ahorros o se dejó pasar la fábrica Land Rover , que si hace poco cerró la fábrica de las bragas, o que ahora resulta que del Campo de Golf tampoco hay nada… Buscando la clave de tanta desdicha encontré algunas razones que justifican a mi juicio la dramática falta de empleo que sufrimos en nuestra ciudad. Algo así como “Los siete pecados capitales de Ronda”, asignaturas pendientes que nunca se supieron aprobar y que por culpa de unos y otros nos abocaron al olvido, abandonados a nuestra maldita suerte.
El primer -pecado- sería, sin duda, la precaria situación económica de la comarca de Ronda. Todos los estudios económicos coinciden en señalar a nuestra comarca como una de las menos desarrolladas, no sólo de Andalucía, sino de España entera; y que otras que estaban peor que nosotros, acabaron progresando más. -Ronda, ahí tienes a Antequera-. Porque sin infraestructuras no hay desarrollo posible, y nuestros gobernantes de la Junta y del Estado en vez de aplicar una política de cohesión territorial invierten allí donde abundan los votantes. Por eso Ronda ha pasado de ser la segunda población provincial a la novena, y de seguir así las cosas empeorarán aún más.
El segundo pecado de la lista, quizás el primero en gravedad, es la escasa talla política de nuestras autoridades locales; carentes de la más elemental imaginación política. Siempre lo mismo, pugnando en un –quítate tú, que me pongo yo… con los míos-. La revancha política del –ahora nos toca a nosotros-, pagando apoyos y fidelidades y propiciando que la gente consiga los puestos por amiguismo y no por sus méritos, conduce a una dramática conclusión: Siete amigos hacen peor el trabajo que un buen funcionario y cuestan más al bolsillo de los rondeños. El sentimiento creado de que -aquí lo que vale son las recomendaciones del PSOE o del PA, del PP o de papá-, es mortal de necesidad.
Tercero. El clientelismo político como respuesta al paro agrícola y al desempleo; dando ayudas en algunos casos necesarias, pero que, dada la gran bolsa de economía sumergida que existe, con frecuencia se emplean para cambiar de coche o para alicatar de mármol el cuarto de baño de quien las cobra. El PSOE necesitó durante años (y me temo que los seguirá necesitando) los votos de Andalucía y Extremadura para mantenerse en la Junta y en el gobierno del Estado. Mientras eso siga siendo así, las cosas cambiarán poco, porque no interesa perder votos agradecidos, ya cautivos.
Cuarto: La falsa creencia de que Ronda y los rondeños, por su historia, son seres superiores; lo que produce una apatía generalizada al creernos que las cosas nos las merecemos porque sí y que vendrán solas… -El buen paño en el arca se vende-: El Tajo, la Serranía, los bandoleros… O lo que es lo mismo: “Yo, para qué me voy a molestar, si ya vendrán los turistas”. Y los turistas los trae Marbella y la Costa del Sol, y son suyos… los suben, les enseñan Ronda y los vuelven a bajar esa misma tarde para que sigan gastando sus cuartos allí abajo. A nosotros nos dejan los orines, los coches mal aparcados y las bolsas del -picnic- en la Alameda del Tajo. Claro, que los coches de alquiler siempre fueron –carne de grúa municipal-… visto así, las cosas cambian, amigo.
Quinto: No haber sabido reaccionar a la evolución de los tiempos. Ronda siempre fue el centro de la comarca… pero cuando la gente viajaba en tren o en autobús, porque hoy todo el mundo tiene coche y va donde le place; más exactamente a donde encuentra ofertas y mejores precios. A ver ahora, sumidos en plena crisis económica y con menos clientes, cómo invierten nuestros comerciantes y cuando amortizarán la inversión para mejorar sus establecimientos. Hoy sube la luz, el teléfono, los seguros y los sueldos… los sueldos no; no suben porque los negocios no ganan dinero suficiente y claro, a la gente no les llega y se van allí donde ganan más. Por eso Ronda tampoco crece en población.
Sexto pecado capital: “Ronda: Una sociedad clasista”. Ciudad poco dada a las revoluciones, sumisa y dócil a las clases tradicionalmente dominantes, algunos de cuyos hijos son auténticos patanes, niños mimados que alcanzaron su posición simplemente por ser –hijos de papá-; los hijos del –tuvo-: Mi abuelo tuvo, mi padre tuvo… Cualquiera tiene más y mejor preparación que la mayoría de ellos, porque nos tuvimos que ganar la vida a pulso.
Y séptimo: Los medios de comunicación suelen ser meros amplificadores políticos de los partidos. Se echan en falta periodistas que denuncien y difundan a los cuatro vientos la insostenible situación de Ronda; los que hay se cuentan con una mano y todavía sobran dedos. Cualquiera puede encontrar faltas de ortografía en la prensa semanal que se publica en nuestra ciudad, porque parece que importa poco quien escriba, siempre que escriba lo que se le dice.
Éstas y otras muchas causas obligan a nuestros jóvenes a emigrar buscando mejores oportunidades. Antes se fueron sus padres, pero ellos se iban con una maleta de cartón al hombro. Éstos se llevan algo más: Se llevan su inteligencia y la formación que recibieron en universidades pagadas con los impuestos de todos los contribuyentes andaluces. Se casarán fuera de Ronda, incluso de Andalucía. Harán crecer y enriquecerse a otras ciudades. En Ronda ya no habrá revolución, porque las revoluciones siempre fueron cosa de los jóvenes, de los que tienen mucho por ganar y poco que perder; y sin jóvenes, no hay futuro. El último que salga, que apague la luz. Por favor.