En los últimos años Ronda ha sido un barco a la deriva en el agitado mar de sus políticos. Dicen que después de la tempestad siempre llega la calma. Refrán al que siempre añado: Si el barco aguanta. De nada nos sirve a los simples mortales de a pie tempestades y calmas sin un buen barco que nos albergue y, que en nuestro caso, nos obliga a remar en pequeñas pateras con el fin de buscarnos la vida en puertos más prósperos y acogedores. Esta ciudad soñada para unos cuantos, se ha convertido en la pesadilla continua de muchos. Vivimos el cuento de nunca acabar; lo último que yo sepa: la marcha de Ana Fuentes y los problemas de Isa Barriga. ¿Qué será lo siguiente?.
Te quiero mucho Ronda, pero como diría Neruda: Todo en ti fue naufragio.
El hombre del tiempo, por su parte, no se pronuncia. Permanece callado, perdido. Nos abandonó, harto quizás de explicarnos y advertirnos reiteradamente sobre cabañuelas amenazantes a las que hicimos poco caso, o contra las que no pudimos hacer nada.
Náufragos en este privilegiado enclave serrano, muchos contemplamos y soportamos atónitos una tempestad que a corto plazo no tiene visos de amainar. Algunos de nuestros políticos siguen dale que te pego, batiéndose una y otra vez en las continuas andanadas del “y tú más”. Pocas muestras han dado a la hora de aparcar diferencias, de ceder en sus postulados a favor del pueblo que los votó. Y de espaldas al pueblo siguen enzarzados en su peculiar batalla por ocupar un sillón en la Isla del Tesoro sin tesoro en la que se han convertido las arcas de nuestro Ayuntamiento. Desde hace años los pactos y escaramuzas en torno a la Plaza Duquesa de Parcent no han cesado. La colada piroplástica proveniente del cráter del Ayuntamiento ha sepultado la confianza y las esperanzas de muchos vecinos en sus representantes políticos. A veces me pregunto si no sería mejor huir de una vez y para siempre de esta Pompeya serrana.
Hasta el momento, y a pesar de los pesares, el rondeño de a pie, ha capoteado el temporal como mejor ha podido. Subsistiendo gracias a la construcción, el comercio, el turismo, y las inyecciones económicas de la costa, tanto en trabajo como en aportación turística. Súbitamente todo ha cambiado en un corto espacio de tiempo. La crisis económica comienza a hacer verdaderos estragos tanto entre los trabajadores como en el seno de autonónomos, pequeños y medianos empresarios. Algunos de los proyectos de siempre, se vislumbran en el horizonte, lentamente parecen avanzar; pero los vecinos necesitan imperiosamente la tangibilidad de los hechos. Ronda no puede seguir siendo la Eterna Bella Durmiente en perenne estado límbico, resignada al beso de un príncipe desarrollador que no termina de llegar.
¿Podrán trabajadores y empresarios seguir soportando la Tempestad Rondeña a la que se ha sumado el temible Corsario Negro de la crisis económica?. ¿Nos seguiremos viendo obligados a emigrar hacia otros mares más ricos y acogedores?. De momento, aquí lo único que se mantiene firme en su puesto y fiel a sus convicciones telúricas es el Tajo. Silencioso testigo pétreo de una política convulsa y errática sustentada sobre el supremo e irrefutable lema que reza: “Por el bien de los rondeños”. Espero que al menos el Tajo sepa mantenerse al margen, aguante tanta sinrazón, y no se desplome. No por nada, sino por si algún día le necesito para lanzarme al vacío.