Presentación (Juan Fraile)

Me piden los amigos de “La Voz de Ronda”, una colaboración que se debe concretar en unas líneas escritas para publicar cada quince días en el mencionado medio.

He tenido que vencer varias resistencias personales para hacerlo: la primera deviene de mi actual situación. Llegado ya el tiempo de la jubilación me niego con rotundidad a aceptar responsabilidades que resten un ápice de tiempo a aquello que, simplemente, me apetezca hacer. La segunda tiene que ver con viejas formas de entender la vida. Siempre fui mucho más de escuchar que de hablar o escribir, quizás, porque, en los momentos en los que he ejercido responsabilidades  públicas, la proliferación de comentaristas, tertulianos y opinantes en general ha sido de tal magnitud y, en ocasiones, de tan corto contenido que no quisiera, por nada del mundo, convertirme en uno de aquellos que tanto critiqué.

No desdeño el opinar, pero no admito que se haga para cumplir con una obligación o sin un mínimo de rigor o fundamento. Añado algo más a este respecto; cuando uno vierte comentarios dirigidos a la ciudadanía debe despejar previamente algunas incógnitas. Hacer un ejercicio de desnudez ideológica que permita situarse al lector u oyente en el contexto adecuado. Así, antes de que alguien pueda decirme algún día “se te ve el plumero” lo sacaré yo a airear.

Para aquellos que no me conozcan, desvelo que soy militante socialista desde hace más de treinta  años y que lo seguiré siendo mientras me dejen serlo.

Al hilo de esto, no estaría mal entrar en harina empezando por la propia casa. Cuando esto escribo aparecen los primeros titulares sobre la Conferencia Política celebrada por el PSOE este fin de semana. En aquellos no hay sorpresas. Últimamente, la prensa es tan predecible como las sentencias del Constitucional o las resoluciones del Consejo General del Poder Judicial. El juego de mayoría-minoría lo impregna todo y, por tanto,  decisiones y reportajes periodísticos obedecen a la orientación ideológica que predomina en los órganos jurisdiccionales o en el grupo editorial. Por eso es tan necesario poner cierta distancia en los análisis y afrontarlos con espíritu crítico. Es ese seguidismo el que ha propiciado situaciones como las que hemos vivido estos días tras el cierre de Canal 9, la televisión autonómica de la Comunidad Valenciana. Muchos de los que durante años mantuvieron un silencio perfectamente calificable de cómplice, hoy nos explican las presiones, vetos, cortes y demás políticas inquisitoriales con las que se han visto obligados a trabajar.

Pero no quiero desviarme. Estaba con el cónclave socialista y lo cierto es que comparto bastante, seguido desde la distancia, la impresión de que el resultado está por encima de las expectativas que se había hecho la dirección federal del PSOE. Las intervenciones que he podido conocer están cargadas de realismo y autocrítica, pero también de ilusión apasionada por rectificar errores y ofrecer alternativas a la situación de desesperanza en la que estamos viviendo.

El semblante que lucen los socialistas andaluces en la foto de familia expresa con claridad que se sienten contentos  por el trabajo realizado y que vuelven con sus mochilas llenas de fuerza para hacer realidad en Andalucía los principios históricos de libertad, justicia, igualdad y solidaridad entre los pueblos.

Termino con dos frases que he escuchado recientemente a la presidenta Susana Díaz: “Los ciudadanos están hartos de  discusiones y  peleas entre los partidos. Lo que la gente quiere es que nos pongamos de acuerdo, que creemos los consensos necesarios para ayudarles a resolver los problemas que les acucian” y “Si aspiramos a gobernar España como es posible que alguien sienta pudor al pronunciar su nombre”.

No es mal principio. Ahora solo falta recorrer el nada fácil camino que va de las palabras a los hechos.